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Hay que tenerle miedo, sí

Por chocar la calesita de la Argentina Santacrucificada.

Carolina Mantegari - 10 de septiembre 2012

Consultora Oxímoron

Hay que tenerle miedo, sísobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari
especial para JorgeAsísDigital

Con un elenco ejecutivo piadosamente perdonable para una sociedad de fomento.
Con los esclarecidos asalariados que instalan que «es muy inteligente», «un cuadro».
Con la escuadra expresionista de aplaudidores estables. Y con la «Fuerza Nacional de Incondicionales» (cliquear), Nuestra César se las ingenia, a pesar de todo, para acaparar la iniciativa.
Para mantener, sin meritorios esfuerzos, la centralidad. Y para ejercer, en fin, el poder, en la totalidad. En la frontera, acaso, del abuso. Como corresponde.

Tarjeta roja

Brotan escasos frenos inhibitorios. Por otra parte, no trascienden.
Para Consultora Oximoron pasó extrañamente inadvertido que Ricardo Lorenzetti, el titular de la Corte Suprema de Justicia, con su discreción profesional, le colocó, a Nuestra César, en su camino, un contundente semáforo rojo. Se descuenta que el jurista aún no consiguió frenarla, definitivamente, en sus empeños.
Hay que tenerle miedo, síEn la esporádica reunión bilateral, que debiera ser frecuente, Lorenzetti le transmitió, según nuestras fuentes, que la Corte no va a convalidar ninguna confiscación que afecte a la propiedad privada.
Las Gargantas confirman que Lorenzetti suele tutear a la señora presidente. Que le dispensa cierto afecto, que es difusamente recíproco. Supo adoptar la solemnidad necesaria para decirle casi textualmente:
«Expropie, Presidenta, si le parece y puede, pero sepa que no debe meterse con las cajas de seguridad, ni con los depósitos. Porque tendrá la Corte en contra».

La Presidente, Nuestra César, no supo -según nuestras fuentes- reaccionar con el categórico equilibrio que debiera caracterizar al estadista. En una cumbre, sobre todo, de semejante envergadura. Pero la señora atraviesa una instancia de inquietante megalomanía, que la inhabilita para admitirle semáforos rojos a nadie.
Ni siquiera, incluso, a la realidad.

La audacia del cristinismo

Para la perplejidad elaborada de Consultora Oximoron, el cristinismo no debe ser admirado -ni de lejos-, por su eficacia, ya que no existe.
Sin embargo sí se lo debe admirar, en cambio, por la audacia, que es extraordinariamente desaforada.
Contiene la desopilante capacidad de plantear la permanencia eterna del «modelo» recaudatorio, que fue implantado por su marido extinto, y que ella trata de anular, al menos atenuar cosméticamente.
Hay que tenerle miedo, síEn el colmo de la desfachatez, el «modelo» es culturalmente presentado como una «profunda» transformación revolucionaria. Inspirada en la tradicional caravana de indicadores ilusorios que suelen recitarse con desparpajo. Hasta creerlos, por repetición, reales. Y que sirven para convencer, a los miembros de la propia escuadra expresionista de aplaudidores, que con la cosmética del «modelo» que patrocinan, de «inclusión social», combaten la desigualdad.
Otro componente que suma mayor perplejidad, y que legitima la sistemática admiración, lo representa la osadía de imponer, en la práctica, que pese al descalabro de Santa Cruz, la Argentina Santacrucificada puede ser numéricamente gobernada con el apoyo sustancial de los sectores menos aventajados de Buenos Aires, la provincia inviable. Y sin recurrir, en lo posible, a Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. Basados en un estado de movilización que contiene el entusiasmo de las barras bravas.
Basta, por lo tanto, con la eventual benevolencia económica. O con la próxima irresponsabilidad para el reparto.
«Va a llover dinero sobre el territorio para obras», confirma la Garganta.

Ceremonias colectivas de degradación

Pero consta que, para la ceremonia colectiva de degradar al cristinismo, hacen colas en las esquinas del Artificio Autónomo de la Capital. Es donde reside el adversario considerado ideal, Mauricio Macri, El Niño Cincuentón, baluarte del macricaputismo. Lo pretenden empujar hacia la derecha, inspirados en el espejismo de identificarse con la atmósfera vaga de la izquierda.

Hay que tenerle miedo, síAbundan las colas, para degradarlos, también en Córdoba, donde siempre salen cuarto o quinto, cómodos. Donde José Manuel De la Sota, El Cordobés Profesional, amenaza con alterarle el esquema de los gobernadores rehenes, que suponen tenerlos escriturados.
En Córdoba amenazan, además, con producirle al cristinismo un fantástico aluvión de sufragios adversos. Con la convocatoria al plebiscito de consulta, por la idea alocada de la perennidad de Nuestra César.
Según los números de Oximoron, juntan nunca menos del 73 por ciento de rechazos.

Colas también en Santa Fe, donde las huestes del socialista Hermes Binner, El John Wayne de El Hombre Quieto, y de Miguel Del Sel, El Hilarante Macricaputista, amenazan con mantenerla, a Nuestra César, en el tercer plano. A pesar de las fuertes invocaciones cristinistas de Agustín Rossi, El Chivo. O de las loas estéticamente mejor estructuradas del desperdiciado Rafael Bielsa, El Pavo Real, que ya no encuentra territorios para perder.
Pese a la audacia que genera la admiración, la escuadra expresionista de aplaudidores declina también en Mendoza. Para colmo aquí crece, como si fuera una ofensa, Cleto Cobos, El No Positivo. Gracias, cabe consignarlo, a los esfuerzos conjuntos, para la auto-aniquilación, de Amado Boudou, El Descuidista, y de Gabriel Mariotto, El Calabró de Llavallol.

Final con Ágora

Desde el Ágora de la cadena nacional, Nuestra César dilata los monólogos ante los interlocutores masivamente imaginarios. Los que se precipitan, mayoritariamente, hacia el control remoto. Para expulsarla de los hogares invadidos.
En su oratoria intelectualmente signada por la «asociación libre de ideas», ella impone, sin embargo, la monotonía de una agenda de distracción.
Hay que tenerle miedo, síLe bastó, para desorientar, con la fruslería de insinuar que hay que «tenerle un poco de miedo». Para que los desconcentrados exponentes de la oposición, casi instintivamente, salieran en bloque, a cuestionarla. Y decirle, en raptos de valentía, que «no le tienen miedo». En sintonía, casi patética, con los principales comentaristas que se lanzaron también a teorizar sobre el miedo ficcional, lanzado al voleo desde la impunidad aberrante de la palabra.
La «opo» -como la llaman desde el oficialismo comunicacional- se destaca como un conjunto de seres bienintencionados, pero muy tiernos. Ideales para jugar al truco.
«Entran como chorlitos», se decía en el barrio.

Para Consultora Oximoron -pese a la asumida admiración por la audacia y la osadía-, hay, al contrario, que tenerle miedo a Nuestra César.
Porque el cristinismo, con su conducción, nos estrella.
Choca la calesita del país que aísla.
Pero es más grave aún. Es necesario, incluso, alarmarse. Un par de imposturas más, en el absurdo del relato inacabado, y la Argentina se congela. Se estanca en las proximidades del infierno.
Nuestra César sirve para medir el grado de complacencia de los sectores dominantes de la sociedad, que ya perdió los límites para el ridículo. Y para la humillación.
Trátase de la sociedad rigurosamente harta. Con un hartazgo potencialmente rebelde que no encuentra, aún, su respectiva representación política. Contiene habitantes sin identificación que se tientan, como penúltimo recurso, casi desesperadamente, con las cacerolas.
Por último, por el vacío que se promueve a su alrededor, y sobre todo enfrente, hay que tener miedo que de pronto Nuestra César, incluso, se vaya.
Para dejar a la sociedad desguarnecida. Sin nadie a quien culpar. Ni maldecir.

Carolina Mantegari
Redactora final de Informe Oximoron,
copyright by JorgeAsisDigital.com

(pero permitida la reproducción sin citar fuente)

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