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Peor que la enfermedad

El remedio, Frente de Todos, resultó muy eficaz sólo para sacarlo a Macri.

Oberdan Rocamora - 22 de noviembre 2019

Artículos Nacionales

Peor que la enfermedadescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

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Nueva Mayoría

“La construcción de la nueva mayoría”.
El remedio, Frente de Todos, resultó eficaz para alcanzar el objetivo prioritario.
Consistió en desalojar al macrismo.
La pausa frustrante, históricamente desperdiciada.
En adelante, el desafío es inesperadamente severo.
Evitar que el remedio cumpla con la función asignada por la sabiduría popular.
Que sea, en efecto, peor que la enfermedad.

Carolina Mantegari
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1.- La fotografía y el twit

Desde el abismo profundo pero transitorio, La Doctora acabó (transitoriamente) con Mauricio, El Ángel Exterminador.
Fue a través de las secuelas rigurosamente calculadas de una fotografía y de un twit.
Bastó que se desplazara hacia la obsolescencia de la calle Matheu, sucursal central del Partido Justicialista, para cautivar a los peronistas huérfanos.
Aplicó una dosis intensiva de tranquilizantes para dormir las aspiraciones ponderables del Peronismo Federal.
Para desplazar de la centralidad a Juan Schiaretti, El Cordobecista. Había triunfado de manera colosal en Córdoba y se transformaba en El Aleph (cliquear).
El punto donde confluían todos los puntos borgeanos del peronismo.
Para debilitar a Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero (que iba a desperdiciarse como vice testimonial de Roberto Lavagna, La Esfinge).
Peor que la enfermedadPara encantar a Sergio Massa y atraerlo, oficialmente, hacia los dominios.
Y en definitiva para despachar a Miguel Pichetto, El Lepenito, hacia el consuelo triste del Ángel que, en su final de ciclo, se exhibía aún entero.

El twit, en cambio, tuvo su impacto letal. Con un video casero para elevar al inadvertido Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Y comunicar con ingenio la decisión de La Doctora. Acompañarlo en la fórmula. De segunda.
La prioridad, por lo tanto, constaba en actas. Quedaba atrás.
El Ángel parte aliviado y casi feliz. Hacia el limbo que admite el reposo fortalecedor. Preparatorio del camino del regreso.
Sin hacérsela tan fácil a Horacio Rodríguez Larreta, Geniol. Es quien se propone desplazarlo, diluirlo desde la abundancia del Maxi Quiosco.
El pobre Ángel se predispone a quedarse, incluso, sin el control de Boca Juniors.
Debió entender tarde la numerología de Román Riquelme. El significado explícito del 10. Ampliaremos.
Igual plantea, para 2023, su revancha. Por la prioridad de desalojar a La Doctora, junto al Empoderado.
A través del diseño de otra “nueva mayoría”, aunque ya no cuente con los servicios de Emilio Monzó, El Diseñador.
Pero antes de que el Ángel se proponga el desalojo de 2023, La Doctora y El Empoderado deben acertar rápidamente en la metodología.
Para gobernar Argentina a partir del 10 de diciembre. Después de la larguísima transición iniciada en la noche fatídica del 10 de agosto.
Peor que la enfermedadAhora ambos padecen, en medio del tramo insensible donde nadie decide.
No decide el Ángel, que ya parte hacia las míticas reposeras.
Menos aún decide Alberto, que se obstina en el secretismo enigmático que lo desgasta antes de comenzar.
Secretismo que se destaca por su fervorosa inutilidad. Ya que todos los movimientos, que incluyen las penetraciones íntimas, trascienden.
O lo que es grave, se inventan. Imaginación extraordinaria para recrear la realidad.
Ante la perplejidad de la sociedad pasmada. Del círculo rojo que de pronto se espanta por los errores sucesivamente prematuros de política internacional.
«¿Estás seguro que este muchacho está preparado?».
«Una de dos. Es un genio o es un irresponsable».
Con el planteo de debates estériles y divisorios. Equivocarse antes de asumir no deja de ser, después de todo, un mérito.

El portal le va a conceder, al gobierno que emerge, los 90 días de gracia que le corresponde.
Si se le fueron concedidos al Ángel, debe gozar también de la condescendencia el Poeta Impopular. Para que los funcionarios se acomoden.
Pero Alberto conoce en detalle el funcionamiento del Estado. Fue Premier. Jefe de la administración durante cinco años. Atravesó el ciclo magistralmente recaudatorio de Néstor, El Furia.
Por su parte La Doctora conoce el Senado como a su casa de Calafate.
Antes de la gracia, en pleno lapso de la «tierra de nadie», puede plantarse la comprensión.
Peor que la enfermedadMientras los comunicadores confunden a la sociedad con informaciones que aluden a los miembros del gabinete.
Ministros seguros que se bajan y suben con facilidad, tres veces en el mismo día. Como si poco importara manosear las trayectorias.
Sea el recorrido impecable de Guillermo Nielsen, El Reestructurador.
O el de Felipe Solá, máximo exponente del felipismo.

Trípode de poder

Persiste, en la práctica, un trío de poder. La mesa con tres patas.
La Doctora, Máximo, En El Nombre del Hijo, y Alberto, el convidado (no precisamente de piedra).
Cerca del trío dominante, trata de acomodarse Sergio Massa, Conductor Desconcertante, predestinado a la presidencia de la Cámara de Diputados.
Sergio celebra una idílica relación política con Máximo, predestinado para dirigir el bloque de los diputados.
Y con La Doctora, que va a reinar en el Senado (aunque, por conductas defensivas, un poco aún le desconfía).
Como si le costara a La Doctora olvidar que Sergio le perforó en 2013 su irreal proyecto de permanencia.
Cuando Alberto se esforzaba en méritos para ser el jefe de campaña de Sergio, el perforador. Y para desplazar al gran Tito Lusiardo, alias Juanjo (Álvarez).
Otro que está cerca del trío es Axel Kicillof, El Gótico. Atormenta con su inquietante decencia.
La Doctora lo sostuvo a Axel para la utopía de gobernar la Provincia Inviable, Buenos Aires.
Pese a la unánime disconformidad de los minigobernadores. Reconocen la capacidad y la inteligencia del Gótico. Pero lo toman como un forastero que ni les atiende el teléfono.
Peor que la enfermedadDistancias que a los temperamentales minigobernadores les hace aumentar los niveles de ansiedad en sangre. ¿Cierto, Ferraresi?
Mientras tanto Axel arma su equipo y tal vez sólo concede en atender, de vez en cuando, a La Doctora.
Con la certeza altiva de saber que desde los suburbios de la Provincia Inviable brotaron los votos que marcaron la diferencia.
La clave del triunfo de la Argentina Periférica (cliquear) sobre la Argentina Blanca (cliquear).

El afecto que La Doctora le dispensa al Gótico dista de trasladarse automáticamente a Máximo. Al contrario.
Axel no logra contener el mismo nivel de comprensión que Máximo alcanza con Sergio.
Aunque se abracen en los escenarios, Axel y Alberto tampoco tienen nada en común.
Antes del cuento de hadas de la reconciliación, mientras transcurría el período del distanciamiento con La Doctora, todo lo que criticaba Alberto desde los canales de cable tenía que ver con la creatividad de Axel.
Desde la catastrófica expropiación de YPF hasta los porrazos equivocados con los buitres.
En la práctica, Axel y Alberto tienen en común sólo el mérito de haber sido seleccionados por La Doctora.
Para ontológicamente ser algo, Axel y Alberto deben recurrir a los amigos de confianza. Cerrar sectorialmente con ellos. Armar bandas.
Significa confirmar que el albertismo no existe. Se trata sólo de amigos de Alberto que lo rodean y se representan a sí mismos, sin el territorio de una rejilla.
Con respecto al axelismo, ídem.

Final con progresismo

Resulta lógica la desconfianza de los minigobernadores, señora Verónica Magario, La Blonda, incluida.
Peor que la enfermedadEs la mini gobernadora principal de La Matanza que acompaña a Axel en la fórmula. Le cuesta contener a los colegas que «el Rusito» no atiende.
En otra onda El Gótico académico se recluye entre sus “tontos pero no tanto”, casi todos de la capital, a los que ni siquiera de nombre conocen los minigobernadores.
La Doctora, diplomada en alta perversidad, no deja de celebrar la travesura. La jugada fue ostensiblemente cruel. Plantó un decente.

Emerge, en simultáneo, cierta reserva estratégica entre algunos gobernadores.
Se suman a la incomodidad de La Doctora al barajarse, por los medios, tantos ministeriables de relativa experiencia que proceden -como Alberto- del club peronista de la capital.
El peronismo que se caracteriza por la coherencia apasionada en la derrota.
Mientras tanto se diseña, para gobernar la Nación, el plantel elemental. Capacitados para administrar un municipio de mediana intensidad.
«Sin nadie que arrastre la marca».
Pero son los hombres de confianza de Alberto, deben ser respetados (no olvidar que el muchacho, a lo mejor, es un genio).
Aunque el gobierno nacional quede a merced del peronismo que nunca gana. O el que siempre pierde.
Con la admirable altivez de mostrarse olímpicamente progresistas.
Supieron entusiasmarse con la estudiantina de Puebla. Enfervorizarse con los dilemas regionales que derivaron en metidas de pata inapelablemente fantásticas.
Para algarabía del Frepasito Tardío que La Doctora arrastra. Optimistas confiados en que Alberto se transforme, de pronto, en el líder regional de América Latina.
«Cuando la carne se cuelga baja hasta el perro salchicha se le atreve», confirmaba el extinto pensador Andrés Amil, radical irigoyenista.

Peor que la enfermedadEn las vísperas de una epopeya sin sangre. Con el progresismo estimulante que reconforta el espíritu y convoca hacia la ironía amarga del notable peronista cultural.
“Explicame, ¿estos son progresistas con los votos de Duhalde o me equivoco?».
Votos periféricos de La Matanza, de Lomas de Zamora, de José C Paz. Periféricos de Tucumán, Santiago, Formosa.
Mecánicamente, el peronista cultural abandona la medialuna en la mesa. Sin intentar mojarla.
Pasa del desierto de oponerse, con firmeza, a Macri, a tomar defensiva distancia de Alberto.
“Algo no funciona, no me cierra, explicame…”.

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