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]]>A través de la munición implacable de la entrevista televisiva, la señora vicepresidenta Victoria Villarruel, La Cayetana (Álvarez de Toledo), desplaza por unas horas de la centralidad al señor presidente Javier Milei, El Psiquiátrico.
Pero a quien verdaderamente La Cayetana desplaza del imaginario es a La Doctora.
Obstinada en demostrar que, en la Argentina de las redes, es infinitamente más relevante ser vicepresidenta que presidente.
Probablemente Victoria piensa o desea que pronto va a conducir y que su amigo Javier va a acompañar.
Del mismo modo que condujo La Doctora.
Con el riesgo de reducir, al «Jamoncito», al rol secundario de Alberto, El Poeta Impopular.
Asumirlo resulta estéticamente incómodo.
El blanqueo de las diferencias sustanciales entre Milei y Victoria deriva en el esclarecimiento necesario de la realidad.
Más aún, en materia de poder, en sinceramiento explícito.
Significa confirmar que Mauricio, El Ángel Exterminador, acertó al definir la “extensión del campo de dominio”. El fenómeno cultural que desconcierta.
Dijo: “Es solo Milei, la hermana Karina y las redes sociales”.
Sin incluir en la síntesis del precipitado balance al hegemónico pensador Santiago Caputo, El Discípulo del Equeco, estratega superior.
Tampoco al minucioso armador Nicolás Posse, El Premier del Silencio.
Y menos aún al sigiloso mediocampista Guillermo Francos, El Gentleman.
La reflexión honda de Mauricio refleja la magnitud impresionante de la declinación de la política encerrada entre los rigores elitistas de la casta.
Interpretación que magnifica la concepción intelectual de Milei.
Es el presidente teórico que impulsa en la práctica el delirio del anarcocapitalismo.
Inspirado, con ligereza conceptual, en los economistas tan subestimados de la escuela austriaca.
¿Cómo entrarle a Milei? ¿Por dónde? Los cuestionamientos por ahora lo fortalecen. Los errores continuos hasta lo enriquecen.
Milei desconcierta con frecuencia hasta a los ministros que viven hiperconectados.
Y sorprende a los opositores fuertes que dudan en mostrarse agresivos, concesivos o meramente vacilantes.
Los opositores fuertes desconocen la manera de tratarlo.
Los desorienta y sin embargo los atrae mientras, en simultáneo, los espanta.
En el juego de bochas los confunde. Les lanza una lisa y de inmediato una rayada.
La Doctora ensayó mostrarse suelta, radiantemente seductora durante la asunción (cuando ni siquiera quiso mirar al instrumento saliente, El Poeta Impopular).
Le sonreía. Curioseaba el bastón. Como la especulativa soñadora que espera extraños brotes de fantasía.
Que sin ir más lejos el nuevo presidente ordene la casa que el peronismo le entrega estropeada, convertida en el calvario de un desastre.
Para que se encargue del trabajo sucio del ajuste. Para facilitar, después de estrellarse, el retorno salvador del peronismo cíclico.
La Doctora debe estar seguramente convencida que, para los intereses sectoriales del movimiento peronista detonado, resulta indispensable que a Milei -Dios no lo permita- le vaya mal.
“Que se caiga, de ser posible, ayer”.
Al contrario, Mauricio, El Ángel Exterminador, mantiene con Milei el enigma del aliado que avanza mientras cautelosamente retrocede.
La faena del Ángel es más compleja. En trazo grueso, se encuentra jugado a la suerte de Milei. Y lo que es peor, lo sabe.
Como sabe que el razonamiento es compartido por los observadores atinados del oficio.
“Si Milei se estrella, detrás de Milei cae la potencialidad del macrismo”.
Quien por experiencia entiende de qué se trata el juego es la señora Patricia Bullrich, Pequeña Langosta.
Por una miserable derrota Bullrich pasó de ser competidora de Milei para la presidencia a jurar ante Milei por Dios y por la Patria como ministra de Seguridad.
Para reproducir el primer conflicto de envergadura de El Psiquiátrico con La Cayetana.
En diversos templos televisivos de la sagrada política, Milei había anunciado que su compañera no iba a estar solo para animar las funciones de la Pajarera del Senado. Iba a confiarle los temas que manejaba. Defensa, Inteligencia y Seguridad.
Para entregarle repentinamente el quilombo de Seguridad a Pequeña Langosta.
Y el paquete irrisorio de la Defensa a Luis Petri, El Carucha, el escudero en la campaña.
La circunstancia marcó el inicio de la prematura confrontación del presidente con la vice.
Hasta hoy prácticamente nadie indagó aún sobre el origen del conflicto.
Según nuestras fuentes, tradicionalmente equivocadas, el diferendo se intensificó después del llamado telefónico al celular personal de Milei.
Justamente lo felicitaban desde la alta diplomacia norteamericana. “Vicky” les había anunciado la identidad del próximo Señor 5 de la AFI.
Consta que en el Departamento de Estado lo aprobaban. Más aún, con fervoroso entusiasmo.
“Es muy confiable para Estados Unidos, congratulaciones”, le dijeron.
Pero infortunadamente Miguel Ángel Toma, Robert Mitchum, no juró.
“El espionaje es territorio de Posse. Que quede claro”.
En silencio, la señora Elisa Carrió, La Bien Pagá, conduce lo escaso que le queda de los cuadros de la estancada Coalición Cívica.
Ya casi ni le queda el espacio reservado para los reportajes de impacto que la sostenían.
El estancamiento ya supera la instancia de la declinación. Deriva en fatalidad.
Por suerte surge Milei para rescatarla de la parsimonia del retiro. Y le tira una cuerda. La artesanía para inventar temas de agenda es eficaz.
De pronto El Psiquiátrico saca otro conejo reluciente de la galera y vuelve a sorprender a la hinchada con la nominación del doctor Ariel Lijo para la Corte.
Se trata exactamente del juez federal que Carrió lo mantiene apuntado.
Invariablemente, gracias a Milei tendrá que recurrir a las garras gastadas.
Como complemento del trago fuerte del doctor Lijo, o para atenuar los efectos involuntarios, Milei designa también, para la Corte, al honorable doctor García-Mansilla. Para cuando el desairado doctor Juan Carlos Maqueda sople con la señora Belén las velitas del 75 aniversario. Y se lo despida.
La interpretación profesional, con rigurosa unanimidad, apunta hacia otra gran superproducción artística y judicial del doctor Ricardo Lorenzetti, El Mito.
En principio, por la complicidad de El Mito con el juez Lijo, oficialmente presentada como amistad inquebrantable.
Pero en especial para humillar al ex amigo Maqueda. A quien se le marcan los límites del juego, nueve meses antes del cumple feliz.
Corresponde magnificar, para cerrar el despacho, la catarata de agravios extraordinarios que se le estampan al relativo prestigio del doctor Lijo.
La colección de críticos enemistados es cuantiosamente formidable. Fueron conquistados en 20 años de ejercicio insalubre en el ramo Federal.
“Le tiran tantos dardos al rostro de Lijo que ya comienza a resultarme simpático”.
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]]>La entrada Causas orgánicamente perdidas se publicó primero en JorgeAsisDigital.com.
]]>“Lo mejor que puede pasarle en política, si es Perro y alcanza la presidencia, es disponer de un Perro como aliado.
Pero lo peor es tener como adversario a otro Perro. El conflicto, en efecto, es para siempre”.
A Javier Milei, Perro de Metal, le falta la meticulosamente elaborada orientación astrológica china.
Con los medulares conocimientos vibracionales de la señora Karina no es suficiente para blindar su espíritu.
El Psiquiátrico debe saber que El Indemne Martín Lousteau, Personaje de Wilde (el de “De profundis”) es Perro de Metal también.
Marca 1970. Ambos de identidad similar.
La teoría confirma que el presidente Milei contiene consistentes aliados Perros eventualmente leales como pueden ser Domingo Cavallo y Donald Trump.
Marca 1946, ambos Perros de Fuego.
Pero en simultáneo infortunadamente se le consolidan, en la impertinencia del horizonte, dos adversarios críticos que le garantizan el combate hasta la eternidad.
El Indemne Lousteau, ya citado, y el sobrio pensador Carlos Maslatón, El Doron de Fauda, Perro de Tierra.
Marca 1958 e infinitamente liberal.
El relativismo de permanente desdramatización del vocero Manuel Adorni complementa el mensaje cotidiano de alarma.
Adorni transporta la absoluta carencia de credibilidad que suple con sigilosa altanería.
Explicablemente, El Vocero suele confundirse con La Voz.
O con el deseo de ser verdaderamente El Psiquiátrico.
Acontece que ambos se encuentran severamente desconcertados ante el astuto juego de piernas de La Cayetana.
La señora Victoria Villarruel, La Cayetana (Álvarez de Toledo), se convirtió finalmente en otro problema.
La dama preparaba comprensiblemente sus equipos para conducir los ministerios de Seguridad y de Defensa.
Habilitada por su compañero de fórmula para lucir el juego propio de piernas.
Pero La Cayetana fue la destinataria de mensajes destructivamente crípticos, desde las poderosas redes sociales que fueron conquistadas por los recursos de Milei, sin poner monedas.
Los fervorosos crípticos, aportantes voluntarios del anarcocapitalismo, masacraron sin contemplaciones a La Cayetana.
Amagaron, incluso, con el exceso de colgarla en la Plaza de Mayo.
Después de todo fue una suerte que el perverso senador Mayans se haya esmerado explícitamente para solidarizarse.
Justamente en el discurso final en que celebraba, con jactancia anticipada, el desmoronamiento abrupto de la mascota agónica del DNU.
El Psiquiátrico es creativamente innovador. Hasta para la derrota.
Como aquel abogado ambicioso que de pronto pierde el pleito en primera instancia, pero apela para volver a perderlo en la Cámara.
Para disponerse de inmediato a apelar y pelear la causa (orgánicamente perdida) ante la Corte.
Sin siquiera percatarse que, en cada caída, se le desperdicia paulatinamente el prestigio entre los pliegues del derrotero.
Y que, con parsimoniosa lentitud, se le puede diluir la conquistada imagen positiva que es nada desdeñable. Nunca menor del 40.
Pero los argumentos vigorosamente televisivos que le sirvieron para imponerse en las elecciones le sirven de muy poco, en efecto, para gobernar.
El Psiquiátrico conserva suficiente aire positivo para florearse entre los aeropuertos del mundo.
Y para treparse con la señora Karina, La Tarotista Iluminada, en los regulares vuelos de línea.
Para sacarse selfies inmortales con los sublimes admiradores que le exclaman melosamente «viva la libertad carajo».
Seres argentinos que no proceden exclusivamente de la clase ejecutiva.
Desde la adictiva red social se le recomendó al señor presidente que no volviera a humillarse con la tercera apelación.
El DNU ya es otra causa orgánicamente perdida que fue triturada en enero en la Pajarera de los Diputados, cuando la tergiversaron con la máscara de Ley para la Felicidad y el Confort.
Y fue también pulverizada, con enigmática crueldad, durante el corriente marzo, entre la Pajarera de los Senadores.
Pero El Psiquiátrico zafa siempre. Porque tiene razón y porque es, en definitiva, un ser superior.
Como lo sostiene con frecuencia Nicolás Caputo, El Tercer Perro (de Tierra, como El Doron de Fauda).
“Fueron los senadores rebeldes que se resisten a perder los privilegios de casta”.
El Psiquiátrico se destaca por su habilidad profesional para hacer equilibrio sobre los cables tendidos entre edificios de cartón teórico que sostienen causas orgánicamente perdidas.
Pelea por sus posiciones con la convicción de cualquier rabioso kirchnerista. El exceso está siempre fundamentado.
Al cierre del despacho trasciende la inteligente respuesta del gobernador Axel Kicillof, El Gótico.
Aporta dosis sensatas de racionalismo estético a una actualidad política signada por la algarabía del delirio.
Por el desequilibrio riesgoso y la demencia que interpela, en el fondo, hasta la unidad nacional.
Las declaraciones presidenciales, con la apelación a los bonaerenses para incorporarlos a la subversiva rebeldía fiscal, es más que una frívola invitación a quebrantar la ley.
Es un error. O mejor: es otro error imperdonable.
Típico de las chingadas extraordinarias que complementan la impertinencia del gobierno que no gobierna un pepino y que, hasta aquí, ni siquiera acierta.
En nada. Nunca. Ni una sola y miserable vez.
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]]>La entrada La unificación de la casta imaginaria se publicó primero en JorgeAsisDigital.com.
]]>De repente todo es de Milei. La centralidad es tan agresiva como total.
Solo comparte la escenografía con la señora Karina, la hermana obsesiva y esotérica que le garantiza el blindaje espiritual.
Karina lo acompañó en aquel discurso equivocado de Davos, cuando el hermanito se atrevió a emitir lecciones austriacas de capitalismo.
Lo secundó también en el evento marginal de la ultraderecha de Washington.
Como en aquel papelonero misticismo confesionista de Israel. O en la piedad celestial del Vaticano. O en el horror del Copello.
Pero que conste que Javier Milei, El Psiquiátrico, no es ni bobo ni loco.
Supo instalarse con astucia y vigorosa placidez en medio de la deslegitimación del peronismo sin atributos (orientado por La Doctora).
Y de la disolución teatral del artificio Juntos por el Cambio, que sobrevivía penosamente a las vacilaciones de Mauricio, El Ángel Exterminador.
Desde la derecha patológica, Milei superó al antecedente irreparable de Carlos -Chacho- Álvarez.
Fue quien supo utilizar, como nadie antes, los instrumentos mediáticos.
Pero Chacho lo hizo desde el ámbito de la transparencia denunciadora que se asociaba al progresismo. O en todo caso a la izquierda, que se sentía acorralada por las transformaciones del menemismo.
La mediología le brindó a Chacho una popularidad exasperante que lo depositó en la vicepresidencia.
Su estrella comenzó a opacarse infortunadamente cuando ya no podía desplazarse en subte.
Cuando en vez de decirle “Grande, Chacho” comenzaron los insultos.
Milei debería estudiar el antecedente Chacho.
Significa confirmar que todo le irá bien mientras se desplace en vuelos de línea y los pasajeros de la clase exclusiva le pidan selfies.
Pero debe cuidarse cuando broten los primeros desplantes.
Cuando en vez de decirle “¡viva la libertad, carajo!” ya tengan deseos de enviarlo, en efecto, al carajo.
Sin perversidad, Milei cabalgó sobre la marginalidad mediática sostenido por las riendas de los exabruptos.
El Psiquiátrico se las ingenió para demoler la grieta que raspaba la sociología desde hacía décadas.
Y con la sucesión de escandalosas diatribas contra la casta logró sin proponérselo la paradójica unificación de la casta que existía simbólicamente en su imaginación.
Ocurrió entonces que los integrantes culposos de la casta imaginaria fueron sistemáticamente fragilizados por la virulencia de los ataques.
La ofensiva de Milei contra la casta fue tan intensa que los castos hasta se atrevieron, en adelante, a conversar entre ellos.
A compartir churrascos e impresiones, extrañamente abroquelados en la crítica destructiva hacia los espantos de procedimiento.
Por la pedantería del propietario absoluto de la actualidad política que aún se jacta explícitamente de ejercer la centralidad agresiva y total.
“¿Qué hicimos mal, decime, Rocamora, para que un pajarraco semejante nos humille a diario?”.
La pregunta ronda entre las conjeturas de los integrantes de la casta imaginaria.
Pero solo puede responderse desde la objetividad del pensamiento altivo, independiente.
Zavalita (personaje logrado de la narrativa de Mario Vargas Llosa) solía preguntarse:
“¿Dónde y cuándo se jodió el Perú”? (*)1
Cientos de Zavalitas de la casta imaginaria se masacran hoy en Argentina con similar indagación.
¿Pudo ser la consecuencia inmediata del ocaso abrupto del kirchnerismo?
¿Secuelas, acaso, del irresuelto 2001?
La sucesión de fracasos increíbles nos instaló en la intensa zozobra de la pendiente. Cuesta abajo.
Desde el penúltimo tramo de descontrol de La Doctora «eterna», hasta el lapso enterito de Mauricio, que nos volvió a depositar en el cementerio del Fondo Monetario.
O probablemente el motivo principal de la caída haya sido el desperdicio atroz del institucionalizado pretexto de Alberto, El Poeta Impopular.
Lo que en definitiva importa no es por qué motivo la Argentina desembocó en el amateurismo brutal de Milei.
Lo que importa es que quien hoy gobierna y decide es Milei y que todavía no brota la suficiente vergüenza para indignarse porque el país se encuentre identificado y fundido con la extrema derecha.
Porque Argentina nada tiene que envidiar a Estados Unidos por las precarias bestialidades de Donald Trump.
Tampoco a Brasil que aún lo mantiene vigente a don Jair Bolsonaro (o más grave aún, a la señora Michelle, su mujer evangelista que predica el ocaso de Lula que se fríe entre las tristezas de los errores de su propio aceite).
Después de todo, los argentinos podemos agradablemente confortarnos porque nuestro Milei es 24 años más joven y mucho más sabio que Trump. Y es relativamente más presentable en sociedad que don Bolsonaro. Y se ubica -por suerte- infinitamente más a la derecha que la señora Meloni. O que cualquier otro categórico marginal de la Europa tan patológica como ideológicamente agotada.
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]]>La entrada Un Perro como Milei se publicó primero en JorgeAsisDigital.com.
]]>Nachito -pobre- no sabe entender un contrato (es la muestra del deterioro de la educación).
Los políticos de la casta son todos ladrones.
Petro es el comunista asesino que lleva a Colombia hacia el hundimiento.
López Murphy es una basura que traiciona las ideas.
El Congreso es un nido de ratas.
La señora Lali Espósito vive de la billetera del Estado que descuidan gobernadores desprendidos como Llaryora o Quintela.
Antología selectivamente escatológica del estadista Javier Milei, El Psiquiátrico.
Dirigente sorprendentemente disruptivo que trepó hacia la presidencia para acelerar en las curvas.
Para destrabar la cultura decadente y estancada por el encadenamiento monótono de los fracasos institucionales.
El teorema es -en efecto- de interpretación simple.
“Si Mauricio y Alberto la chocaron perfectamente Milei tiene también el derecho a chocar”.
Las ideas de cambio de La Libertad Avanza -artificio ultraderechista que orienta Milei- fueron resistidas por un miserable 44% de la población.
Después de 80 días de desastre anarcocapitalista nada indica que el porcentaje se haya debilitado.
Probablemente persistan los arrepentidos ocultos por haber gritado “viva la libertad carajo”.
Y por haber sufragado con resignado entusiasmo por la alternativa innovadora.
Irreparablemente, Milei tenía su derecho a chocar. Nadie cuestiona su objetiva legitimidad.
El problema reside en que «Milei Cumple», como Perón.
Pero arrancó demasiado pronto con la epopeya enloquecida de estrellarse.
En cuanto Eduardo Belliboni lo primereó con el desafío movilizador, fue inmediatamente neutralizado con la distensión del DNU.
Fue el prefijo de la Ley Ómnibus que mantuvo la intensidad del tsunami durante los 30 días ardientes de enero.
Hasta signar la gran derrota legislativa que mediante la artesanía del discurso Milei intentó tergiversar en triunfo.
Y plantarle, incluso, un saldo audazmente positivo.
Porque ahora la sociedad puede percibir quienes son los patriotas de verdad que apoyan el delirio del cambio.
Y quienes son los mercenarios que prefieren solo hablar del cambio, para mantener los privilegios explicablemente defensivos de la casta.
Con prepotencia narrativa se puede acceder al ballotage y hasta ganar las elecciones.
Pero cuesta gobernar desde las redes sociales cuando se carece de suficientes legisladores en las pajareras de Diputados y de Senadores.
Y cuando en simultáneo se carece del deseo natural de negociar.
Que implica, en política, conceder.
Lo más grave -y acaso lo peor de la actualidad política- es que Milei es demasiado inteligente. Y lo demuestra.
Cree que juega de verdad en las grandes ligas. «En la Champions League».
Se comprende que no pueda desgastarse en atender los chiquitajes domésticos de Nachito.
La misión que se atribuye es lo suficientemente ambiciosa para preocuparse por minimalismos intrascendentes.
O por los dramas presupuestarios de gobernadores como Nachito.
Legitimados -todos- por la categórica objetividad del sufragio.
Así las adversidades se le vengan en caravana, a Milei, lejos de contenerlo, lo estimulan.
No tolera ningún cuestionamiento crítico, ni siquiera el menor desplante.
Corresponde a la identidad astrológica del Perro de Metal.
Exactamente le pasa como al otro Perro (pero de Fuego) Donald Trump.
Lo que menos Milei se encuentra en condiciones de controlar es la magnitud de su monumental egolatría.
Como tampoco puede (ni quiere) evitar las reacciones intempestivas del temperamento alborotado.
Derivan en sentencias sustanciosas para la ontología escatológica.
Resta preguntarse si un personaje como el Perro Milei aspira verdaderamente a resolver los problemas estructurales de la Argentina.
O solo se propone, acaso, denunciarlos. Enunciarlos. Para polemizar con su impotencia.
Con la esperanza lícita de ser expulsado rápidamente de la presidencia.
A través del juicio político (que en silencio muchos imaginan).
O a puntapiés en el centro del ego (como secretamente muchos desean).
Mientras aquí los gobernadores ardían (y los difamados peronistas disfrutaban anticipadamente el virus de la reparación), el Perro Milei se desplazó con la señora Karina, La Tarotista, hacia Estados Unidos.
Solo para capturar una fotografía con el otro Perro Trump.
Para abrazarlo con un cholulismo desbordante en el evento patológicamente marginal de extremistas emotivos de la derecha nostálgica.
En efecto, Milei se disponía a bajar líneas insólitas en la Champions, mientras Nachito, bastante harto, hostigaba desde el sur con la extorsión mediática de cerrar las canillas del petróleo.
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]]>La entrada Bolero tierno para El Ángel y Milei se publicó primero en JorgeAsisDigital.com.
]]>De pronto Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, abandona las reposeras veraniegas de Cumelén y desembarca en la caliente Buenos Aires para bailar tiernos boleros con el presidente Javier Milei, El Menem Trucho.
Es la consumación del gran desfalco político, inspirado en la peor tergiversación electoral.
Los 29 puntos obtenidos por Milei durante las PASO de agosto (el sufragio más inútil y tarifado de la historia) se transformaron en enigmáticos 56 en la segunda ronda de noviembre.
Los reconfigurados involuntarios del desfalco de 27 puntos no fueron solo los que sufragaron por el peronista Sergio Massa, El Profesional, quien alcanzó, con “ayudines”, el 44%.
Fueron sobre todo los radicales relativamente tenues de Emiliano Yacovitti, El Caudillo Universitario (los que son presididos por el indemne Martín Lousteau, El Personaje de Wilde).
Entre los reconfigurados figuran también los transparentes románticos de la estancada Coalición Cívica.
Completan las estremecedoras palomitas de la Mutual PRO que acompañaron las ensoñaciones presidenciales de Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
La reconfiguración propone hoy un fantástico escenario de fragmentos simulados que amenaza con convertirse en otra grieta.
En un rincón, quedan los pudorosos republicanos de la derecha (casi) extrema.
Fundamentalistas del capitalismo liderados en doble comando por El Menem Trucho y El Ángel Exterminador.
En el otro rincón se amontonan los equivocados que retrasan y se obstinan con la metodología del populismo.
Deben hacerse cargo, para colmo, del 57% de la pobreza.
La franja contiene a los sobrevivientes de la patología kirchnerista (que mantiene de rehén al peronismo).
Son quienes tendrían que acordar, en adelante, con los radicales de Yacovitti.
Aparte tendrían que entenderse -y lo peor, coincidir- con los románticos calificados de la transparencia que siguen las alucinaciones conspirativas de la señora Elisa Carrió, La Derrotada Exitosa.
La patología kirchnerista (que aún controla la complejidad del peronismo) tendría también que organizar epopeyas populares con la izquierda esclarecida que representa la doctora Myriam Bregman, Natalia Sedova. Pero sin dejar nunca afuera a los entrañables desposeídos que siguen la orientación revolucionaria de Eduardo Belliboni, El Trosco Sentimental.
Quien percibe con claridad la proximidad del desfalco es La Doctora. Sorprende, otra vez, con la sigilosa administración del silencio y de la palabra calculada.
Ser protagonista, mientras se calla, es -de por sí- un mérito destacable. La manifestación ostentosamente explícita de poder.
Pero La Doctora enerva cuando reaparece y habla. Agita.
Para descalificar reacciona desde el recatado Guillermo Francos, El Gentleman.
Hasta la alborotada psiquiatría de la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien.
Inspira al misticismo materialista del ministro Caputo (mientras se aferra desesperadamente a la virgencita).
Sin embargo, el documento de 33 folios que suscribe La Doctora contiene costados valiosos para el análisis estratégico que ambicione superar la opacidad de la medianía coyuntural que oscila alrededor del «showman de La Rosada». Y sugiere espacios para el análisis político más elemental.
Como si le dijera al presidente: “No se la tome con Llaryora, debe insultarme a mí”.
Pese a la fragilidad del aislamiento, Milei volvió empoderado de Italia. Con prepotencia de campaña.
Disfruta con énfasis de los minutos de popularidad.
Saluda en los aviones de línea a los argentinos que lo contemplan con perentoria admiración. Coloca su gesto habitual para las selfies.
Ni siquiera registró el feroz sopapo parlamentario.
Al contrario, lo supo tergiversar al mejor estilo patológico del kirchnerismo. Hasta transformarlo en un suceso.
Fue un acto de sinceramiento institucional. Demostró “quién está a favor del cambio”.
Y quienes son “los traidores, los gobernadores al servicio de la casta, los políticos que quieren robar”.
Y por supuesto también la señora Lali Espósito, La Novia del Cadete.
Milei volvió fortalecido por la piedad jesuítica de don Jorge.
Se nota a la distancia que el cura competente de Flores aprendió pronto el oficio diplomático de estadista.
Resistió la tentación lícita de despachar a los poderosos hermanos con ajustados puntapiés en las ideologías.
Prefirió inventariar los alfajores de dulce de leche.
Y atender los fervorosos delirios con los que Milei se propone dar vuelta a la Argentina como a una media.
Para transformarla exitosamente, Su Santidad.
Y con una profundidad superior a la del Menem original.
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]]>La entrada Segundo Gobierno Macrista de Milei se publicó primero en JorgeAsisDigital.com.
]]>Menos que un desplazamiento con veleidad estratégica, el prometido viaje a Israel del presidente Javier Milei se impone como una antología de equivocaciones diplomáticas.
Con impecable sobreactuación, Milei -el Menem Trucho- procura superar las calculadas expresiones de encuadramiento occidental de Carlos Menem, El Emir.
Pero aquel Menem (el real) tenía detrás la legitimidad del Partido Justicialista.
(Y a Alberto Kohan, El Frate que seducía con los 3.500 cargos que tenía para repartir “entre los compañeros”).
La diplomacia a la bartola que inspira a Milei instala que la felación geopolítica sustituye la relación carnal que históricamente se le atribuye a la política exterior de Menem.
En realidad se trató de un exabrupto del canciller Guido Di Tella, Isidorito Cañones, inspirado en la boutade del pensador Carlos Escudé.
Sin embargo, en la delicada complejidad de Medio Oriente, Milei plantó tres disparates simultáneos que se repotencian con reciprocidad.
1.- Acreditar como embajador plenipotenciario y extraordinario al lúcido rabino, orientador de la Sinagoga de Palermo (lo más disruptivo fue llevarlo a llorar a dúo, abrazados ante el Muro de los Lamentos).
2.- Desplazar la embajada argentina desde Tel Aviv hacia Jerusalén.
Y anunciarlo, con argumentación precoz, al Canciller israelí, que por cortesía lo esperaba en el aeropuerto.
3.- Declarar a Hamás como “organización terrorista”.
Una expresión de valentía cívicamente inútil que demuestra la magnitud de su solidaridad. Pero motivó el inquietante comunicado de Hamás que admite la presunción de represalias.
Posturas, las tres, espectacularmente efectistas que distan de favorecer a la cultura que Milei pretende cautivar con enigmática inocencia.
Es comprensible que la excesiva muestra de lealtad preocupe a los honrosos representantes de la comunidad.
En la primera ronda, Sergio Massa, El Profesional, y Milei, dejaron humillantemente fuera del combate a la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien.
Pero entonces Milei no tomó exacta conciencia de la nueva situación. Se encontraba cerca de conquistar el poder.
El primer error consistió precisamente en no haberse dado cuenta.
Cuando representaba la verdadera posibilidad del poder Milei acudió a rendirse ante Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Al que había -justamente- vencido.
Trasladarse dos días después de su gloria electoral hacia Acassuso, como cualquier austero visitante, mantuvo el sentido de la capitulación.
El triunfador, Milei, se acercaba a la residencia de Mauricio, el vencido.
En efecto, el Ángel había instrumentado a Bullrich para acabar con la epopeya de Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
«Empleado del mes», Larreta se había emancipado como Maire del Maxikiosco. Hasta transformarse en el temible adversario interno del Ángel.
Significa confirmar que Milei conspiró contra el proyecto político-televisivo que le había alcanzado para figurar en el ballotage.
El objetivo flamante ahora era otro. Consistía en vencer a Massa para quedarse con el premio.
Precisamente era el candidato del peronismo que lo había estimulado para recortar Juntos por el Cambio y acabar con la escuadra del Ángel Exterminador.
Si aquí hay una traición es, en efecto, de Milei, pero hacia Massa.
Otra canallada lícita de la picardía electoral.
Faltaba la batalla final entre ambos. El Profesional debía batirse con la invención.
La profundización del básico malentendido permite interpretar las contradicciones de la fabulosa invención de Milei.
De pronto Massa emerge como el depositario de la prolongada frustración que deja como balance el kirchnerismo agotado.
Personalmente Milei se encargó de tergiversar su victoria sobre Bullrich. Para captarla de inmediato. Y en adelante Bullrich es parte de la escudería libertaria.
Una de dos. O Milei es un genio aún no reconocido de la estrategia. O apenas había alcanzado el ballotage desde la fantasía del discurso.
Sin tener absolutamente nada propio en la mano o en la voz. Más allá de los suntuosos alaridos que le permitieron instalar los temas de agenda.
Cualquier locutor ya hablaba de la dolarización. La extinción del Banco Central era un lugar común. Carajo era un vocablo sublime.
De manera que el peronismo le brindó especulativamente fuerza a la invención de Milei para debilitar al adversario coyunturalmente poderoso.
Aunque la invención, al final, fortalece al adversario. Hasta convertirlo, sin ir más lejos, en su aliado.
Malo el negocio para el peronismo, que impone ahora la estrategia especulativa del silencio.
En su voraz trayectoria Massa debió comerse otra derrota.
Mientras Bullrich se entusiasma por quedarse con la ferretería de la Seguridad y de la Defensa.
Ferreterías respectivas que Milei tenía reservadas para la señora Victoria Villarruel, La Cayetana (Álvarez de Toledo).
Entonces Bullrich aprovecha para llevar a la práctica su demencial “protocolo anti piquetero”. Fuerza los gestos de mujer implacable. Cara de mala.
La cuestión que Milei arrancó la epopeya probablemente efímera con aquel disparatado discurso de espaldas al parlamento (con la inolvidable exhibición del sofocado Rey de España, ante el desafío impertinente del sol).
Para sorprender pronto con las insinuaciones deshilvanadas de Sturzenegger, El Bailarín Compadrito. Otro náufrago del PRO salvado en la playa anarco capitalista.
Así como Mauricio presidió el Tercer Gobierno Radical, entre 2015 y 2019, se confirma que hoy el desconcertante Milei preside el Segundo Gobierno Macrista.
Pese a su carismática extravagancia, la epopeya de Milei arrancó mal. Tiene problemas con los amortiguadores. Pistonea.
El voluntarismo amateur complementa la ejemplar destreza para el desconocimiento y la improvisación.
Con una astucia extraordinaria para chocar la calesita que impresiona.
Trasciende que hasta el propio Ángel se impresiona. Alborotado, con el celular incorporado en las reposeras de Cumelén.
Pero sin anexarse todavía a la inicial sensación de provisoriedad que emana del aliado que culturalmente lo colonizó.
Para sobrevivir, El Ángel necesita que Milei, su intenso aliado, tenga algún éxito con la conducción del Segundo Gobierno Macrista.
Para que no se derrita pronto. Como un pan de manteca en el asfalto de enero.
Y para que carezca de fundamento explícito el aroma penetrante de las calas.
Y sobre todo para que después del estrepitoso colapso parlamentario no adquiera un cierto vigor la penúltima espina de la Asamblea Constitucional.
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]]>El presidente Javier Milei, El Menem Trucho, Mauricio Macri, el Ángel Exterminador y el ontológicamente proto/oficialista Miguel Pichetto, El Lepenito, comparten los esfuerzos titánicos por reivindicar de manera indirecta al peronismo y facilitarle el regreso al poder.
La violenta irrupción de Milei en la política instaló rabiosamente la pasión por la parábola.
El marketinero panelista fue especulativamente repotenciado por el peronismo para debilitar a Mauricio y el Artificio sublime de Juntos por el Cambio.
Con el invento, Sergio Massa, El Profesional, tuvo suerte.
Pero no pudo evitar que la invención de Milei construyera la parábola:
Concluir asociado con Mauricio, pero para vencer a Massa.
Milei es presidente desde hace casi 60 días y su gestión ya huele, en efecto, a calas. A riesgo de colapso.
Depende justamente de los radicales vacilantes y de la estructura fulminada de Juntos por el Cambio que se muestra, de pronto, fortalecida.
El mero esqueleto de JxC puede salvar a Milei. Basta contemplar la fotografía realista del Consejo Federal de Inversiones.
El destino de Mauricio depende de cómo le vaya a Milei con el arrebato volcánico de una gestión que arranca con el terremoto innovador que ostenta el desafío de diluirse en medio vaso con agua.
Mauricio fue colonizado culturalmente por Milei.
Es Milei quien se propone hacer, en 2024, lo que Mauricio debió intentar en 2016.
Pero el pobre Angelito no pudo encarar ninguna proeza innovadora porque de inmediato fue neutralizado por la impotencia conformista de los cautelosos asesores que preferían la placidez del gradualismo.
Para evitar el florecimiento olfativo de las calas penetrantes, Milei necesita circular exactamente por el medio.
Entre el rencor de los peronistas derrotados, y las adhesiones republicanas de los convencidos que se entregan a la odisea de acabar con “la decadencia”.
En efecto, Milei atraviesa una suerte de corredor de la muerte. Plagado de accidentes naturalmente geográficos.
Como una metáfora del tren fantasma que mantiene, a su izquierda, al peronismo.
Con el inquietante deseo de que el tren fantasma de Milei se caiga. Que la alborotada epopeya concluya pronto. Con el porrazo del descarrilamiento.
Y en el costado derecho del tren fantasma, Milei los tiene apesadumbrados a los heroicos demócratas.
Son los sensibles bienintencionados que suplican por la consolidación de la modernidad.
Para que comiencen los demorados aciertos.
“Si a Milei le va mal nosotros somos boleta”.
Lo confirma el apasionado adicto de PRO que supo, en 2015, ser un vibrante «torcedor» del colectivo «Cambiemos».
(Por entonces pugnaba por la utopía de vencer al peronismo. Y se anotó hasta como fiscal. Le tocó una mesa de Los Polvorines).
Para la persistencia del “no peronismo” la suerte de Milei es sistemáticamente trascendental. Como para el peronismo.
“Los peronistas necesitan que Milei se caiga ya, de ser posible ayer”.
Argumento que legitima la estrategia de silencio que se impone La Doctora.
Con el paso de las semanas, las culpabilidades de La Doctora se atenúan. Pocos meses más de Milei pueden producir la tenacidad del olvido.
Sólo si Milei se destapa como un transformador superior a Carlos Menem puede admitirse el relato de la mala hotelería.
O el entendimiento inexplicable con Irán.
O cualquier otra irrelevancia que utilizó la política para elevar el error de entregarla.
Hasta hoy, al tren fantasma de Milei le cuesta acomodarse en alguna estación racional.
Resulta entonces innecesario leer los informes inteligentes de la consultora de Córdoba para darse cuenta que la sociedad le pierde paulatinamente el respeto.
Como si Milei fuera un anillo brillantemente ordinario. Una reliquia que no merece el menor compromiso electoral.
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]]>Lejos de superar la grieta, las propuestas “innovadoras” del presidente Javier Milei las profundizan.
Efecto involuntario del Decreto y de la Ley Ómnibus de Sturzenegger.
Artificios que acaban de obtener, en la Pajarera de Diputados, el dictamen favorablemente chirle. Concesiones de la “oposición dialoguista”.
Para rechazar (las propuestas), la “Argentina de la decadencia” reprodujo una extraordinaria demostración de fuerza.
La CGT convocó a una multiplicidad de actos por todas las ciudades de la república para complementar la ceremonia del paro inconcebible en la plenitud de enero.
La generosa intensidad del acontecimiento debería inquietar a los libertarios modernizadores que sufragaron con entusiasmo para que Milei construyera finalmente “el país normal” con “libre comercio” e “integrado al mundo”.
Una lástima que intentar cargarse a la placidez del atraso derive en una utopía culturalmente inútil.
En la práctica, Milei no tenía, siquiera, el esbozo de un plan.
Contaba con un conjunto de ideas deshilvanadas que resultaban útiles para completar el carisma marketinero de su aspecto extravagante.
Aludían a la temible motosierra, la dolarización compulsiva y a la evaporación indispensable del desvencijado Banco Central.
Pero cuando Milei percibió que había llegado demasiado lejos (sin tener nada tangible en la mano) ya era tarde.
Había obtenido el ticket para participar de la segunda ronda, paradójicamente junto a Sergio Massa, El Profesional (que lo había ayudado para llegar a esa instancia).
En determinados distritos, el “armado” rápido de Milei incluía candidatos que desconocía. Respondían a operadores que mantenían la terminal en Massa.
Candidatos audaces que automáticamente, después de las PASO (tóxicas) se identificaban como seguidores históricos de Milei.
Pero sobreviene, de pronto, la segunda ronda entre Massa y el invento.
¿Cómo el invento, Milei, podía ganarle a Massa, acaso el inventor?
Menos que matemática, la respuesta fue política.
Sin percatarse que el poder (que le pertenecía) se le caía encima, Milei se precipitó en dirigirse, con mansedumbre, hacia la residencia de Mauricio Macri.
El Ángel Exterminador lo esperaba con los brazos (y los planes) abiertos.
Y con el estandarte indignamente derrotado de la señora Patricia Bullrich, la Montonera del Bien.
“A ver, quiero entender este negocio, Rocamora”. Lo confirma el votante de Milei.
“El domingo le ganamos a la Bullrich, la dejamos afuera del ballotage y el martes fuimos a entregar los trapos a Mauricio, en Acassuso”.
Para entender al honesto amigo (votante de Milei) debe interpretarse la magnitud del fenómeno.
Primero que Milei no tenía, en concreto, nada en la mano.
Contaba con la fervorosa hinchada de libertarios que lo veneraban. Con el conocimiento conmovedor del funcionamiento de la economía que le facilitaba el sembrado de ideas descabelladas.
La popularidad televisiva de Milei se extendía en medio del desierto notable de ideas.
Se estaba por quedar con la presidencia del país deprimido y sin fe, aunque aún importante.
Pero carecía del menor indicio de idea para resolver la tragedia. La sucesión de fracasos que lo habían convertido en un ejemplo de reliquia.
En efecto, una reliquia del retroceso.
“Milei fue un producto exitoso del peronismo para debilitar a Mauricio”.
Desde un perfil de derecha artificialmente pronunciada, Milei se obstinó en debilitar a Bullrich y a don Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
Fueron suficientes galimatías para vencerlos.
El problema es que debía toparse después con el doctor Frankenstein. Massa había participado activamente en la invención del monstruo.
Pero al final vencer a Massa, con la ayuda de Mauricio y de Bullrich, le iba a resultar bastante más fácil a Milei que desvencijar la estructura de Juntos por el Cambio.
Entonces la parábola de Milei es espectacularmente perfecta.
Tuvo demasiado éxito en la tarea. Logró debilitar al Ángel desde “la derecha”.
El inventado debía ahora sacar del escenario también al instrumentador que le había puesto prolijamente segundas y terceras líneas en la Armada Brancaleone.
Para aniquilar justamente a Massa es que Milei se traslada hacia Acassuso. Para rendirse ante el Ángel, el Celebrity, como un gran cholulo.
A los efectos de completar la perfecta parábola y destruir al Frankenstein íntimo.
A esta altura, con amplitud, Milei se merece el apodo de Menem Trucho.
Por calificar a Carlos Menem, El Emir, “el mejor presidente que tuvo la Argentina” (discutible idea que el portal, en el fondo, comparte).
O por calificar también a Domingo Cavallo, Asesor Oculto, como el “ministro superior”.
Los enternecidos nostálgicos del menemismo suelen conmoverse ante la justa reivindicación y entonces se blindan ante Milei por simpatía.
Pero consta que Milei superó a Menem, incluso, hasta como trucho.
Y sin ningún Partido Justicialista detrás.
Milei no vaciló en presentarse en templos televisivos de la política junto a la señora Victoria Villarruel, La Cayetana (Álvarez de Toledo). Compañera de fórmula.
Para anunciar, poco antes de la primera ronda, que sería la “encargada de los temas de la Defensa y de Seguridad”.
Ministerios que fueron servidos, en bandeja de plata, justamente a la fórmula que había sido adversaria.
Luis Petri, Carucha Radical, es ministro de Defensa.
Y la señora Bullrich es ministro de Seguridad. Después de haberle aportado, en otra bandeja (de plástico) los planes demenciales que había borroneado Federico Sturzenegger, El Bailarín Compadrito.
Responsable intelectual del Decreto que aún se discute, con mala fe, en la Pajarera.
Como vericuetos de la Ley Ómnibus que consolida la grieta, hasta la eternidad.
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]]>El presidente Javier Milei -el Menem Trucho- propone ser históricamente transformador como Carlos Menem, el Emir.
Debe actuar con celeridad. Arrastra 40 días intensos de gestión, pero el Legislativo no decidió aún acompañarlo en la deliciosa fantasía del Decreto.
Tampoco decidió acompañarlo con la Ley Ómnibus (mamushka que contiene, en su interior, el Decreto).
Con el cuento penetrante de la «emergencia», Milei procuró conseguir muy pronto el dictamen relativamente favorable.
La «emergencia» ficcional le sirvió para mantener a los diputados, en la plenitud de enero, entre sofocadas discusiones de Pajarera.
Mientras tanto, por la ingratitud del universo, aprovechó la aureola inapelable de la Celebridad que le reprodujo el fenómeno del cholulismo.
Pudo constatarse el fenómeno en “la montaña mágica” de Davos.
Con severas ínfulas rigurosamente admisibles mantuvo la osada valentía de advertir, a los pragmáticos capitalistas, sobre los riesgos derivados del «empobrecedor» colectivismo socialista.
Pero lo más rescatable de Davos fue que la señora Gita Gopinath, La Indoamericana, como la señora Kristalina Georgieva, La Búlgara, dejaron el Fondo Monetario Internacional al costado para precipitarse en impulsar la sonrisa más sublime en las selfies históricas que las inmortalizaron con la estrella ascendente del pensamiento latinoamericano.
Mientras Milei, en la Montaña Mágica de Mann, confirmaba que el Estado era siempre el problema y nunca la solución, en el balneario de Mar Chiquita, aunque de espaldas al mar, el gobernador Axel Kicillof, El Gótico, pregonaba exactamente la postura contraria.
La defensa de la obra pública.
Gracias a la vigorosa contundencia del Estado, Axel contaba que, durante su primer mandato, supo inaugurar más de 200 escuelas.
“¿No es cierto, Kato?”, preguntó. Y el ministro Gabriel Katopodis, Kato, entre aplausos asentía.
Volvió al primer plano la relación conflictiva entre la Nación y la Provincia Inviable.
Situación agravada porque presidente y gobernador pertenecen a bandas ideológicas que culturalmente confrontan.
Como si trataran de instalar, en versión considerablemente berreta, el litigio contenido por la historia que mantiene como protagonistas a Friedrich Hayek -ídolo austríaco de Milei- junto a John Maynard Keynes, economista inglés ampliamente ensayado por Axel.
“La provincia está desde antes que la nación”.
(Lugar común que recita cualquier pensador sustancial de Buenos Aires).
El diferendo se arrastra desde los tiempos de la “colonia”.
Atravesó indemne la lucha fratricida contra el indio okupa.
Instrumentada por el Restaurador don Juan Manuel. O en el desierto, por las innovaciones distributivas del general Roca.
“Zanjas de Alsina” y negociados aparte, corresponde abreviar la epopeya para brindar la bienvenida que merece el concepto de Buenos Aires como capital de la Nación. 1880.
La convivencia entre el presidente y el gobernador -entre Buenos Aires capital y La Plata, sede de la «Inviable»- continuó con su tono institucional hasta 1994.
Fue hasta la reforma constitucional, durante el esplendor del menemismo. Terminó de emancipar a Buenos Aires (capital) de la Nación.
Transcurre en adelante el traumático acontecimiento del Artificio Autónomo que reprodujo dos presidentes.
Fernando De la Rúa, el Radical Traicionable, en 1999, y Mauricio Macri, el Ángel Exterminador, 2015.
Desde 1994 se registra en Buenos Aires la confluencia de los tres poderes.
Presidente (Nación), Gobernador (Provincia Inviable), y Jefe del Artificio Autónomo (transformado por Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, en el Maxikiosco).
Entonces hoy se asiste a la convergencia de Milei con Kicillof y el primo Jorge Boga Macri, Paladar Negro I, en el Maxikiosco.
El ultra libertario (Milei), el neo bolchevique keynesiano incorporado al peronismo (Axel), y el penúltimo sobreviviente de la Mutual PRO (Boga Macri, de pronto transformado en la figura más representativa del misterioso “espacio” casi desmoronado).
Hoy Milei no presenta ninguna confrontación con Boga Macri. Al contrario.
Pero Boga Macri tampoco mantiene graves desencuentros con Kicillof.
Las diferencias gravitantes se captan entre las categóricas imposturas neoliberales de Milei que confrontan con las reivindicaciones del estatismo eficiente que impulsa Kicillof desde el peronismo.
En Argentina todo es invariablemente provisorio.
Y los ciclos terminan, en general, invariablemente mal.
Hasta hoy nada permite sugerir que el ciclo libertario de Milei pueda interrumpir la vigencia del segmento infortunadamente congénito.
Es Milei un presidente de cierta magnitud absorbido por la seducción de las redes sociales.
Alterna el elaborado prestigio de innovador, montado sobre la ola de la derecha planetaria, con la frivolidad que admite, en el interior, la masacre burlona.
Un trucho puede -como trucho- perfectamente consagrarse en el mundo menos desarrollado.
Por superabundancia (de truchos) y por capacidad olfativa, en Argentina al trucho le cuesta más.
No obstante, se le van a proporcionar los instrumentos que Milei necesite para ejercer, a su manera, el poder.
Pero siempre con el mantenimiento patético de la sensación de provisoriedad.
Menos el peronismo tan impresentable en sociedad, las distintas bandas culturales que confrontan marchan hacia el paulatino entendimiento con el presidente que gobierna desde la altura de su imaginación.
Los radicales de tiro largo. O los heterodoxos aglutinados alrededor de la desconcertante ensalada ideológica de Miguel Pichetto, El Lepenito.
Incluso los patriotas aferrados al insistente malentendido de Juntos por el Cambio.
Todos van a alcanzar el acuerdo que le permita a Milei el bolero insigne de promulgar el Frankenstein chirle de La Ley Ómnibus.
Con la caravana inagotable de mamushkas.
Y el peor peronismo de la sociedad, en las vertientes menos sensatas, se va a encargar de resistir la “ofensiva de la derecha” que avanza en nombre de la “libertad (carajo)”, aunque legitimada por los «fracasos fundacionales».
Con paros, cortes y movilizaciones, los peronistas pasionales, los menos especulativos, van a amontonarse con la izquierda romántica para acelerar el choque inexorable de la calesita libertaria.
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]]>El presidente Javier Milei, El Menem Trucho, supo acaparar, en menos de quince días, su firme vocación por animar la centralidad.
Entre las novatadas infantiles, como emitir el discurso inicial “de espaldas al Parlamento”, tuvo el brote de sabiduría primaria para designar a un Menem legítimo al frente de la Pajarera de los Diputados.
Es Martín Menem, hijo de la señora Susana y de don Eduardo, El Hermanísimo. Inapelable como acierto.
Para lanzarse inmediatamente después a competir, con aquel admirable transformador, en el tramo sutil de las transformaciones.
Pero Carlos Menem, El Emir, tenía apenas, como manto protector, al Partido Justicialista.
Y al fiel Alberto Kohan, El Frate, que caminaba detrás del Emir con la libreta negra donde figuraban “los cinco mil puestos que tenía para repartir”.
Aparte, el Emir contaba con el detalle accesorio de haber ganado tres veces la gobernación de La Rioja (’73, ’83 y ’87).
Con la yapa de haber estado seis años preso. Caja de empleados.
Y con la proeza posterior de haber históricamente humillado, en la interna de 1988, a don Antonio Cafiero, Tony Sanardi.
Significa confirmar que -lo que al “maestro” Carlos Menem le había costado en los ’90 casi dos años de esfuerzos-, el discípulo inspirado se proponía encararlo en las primeras dos semanas.
Fue exactamente durante la segunda semana cuando Milei decidió marcar la exacta diferencia.
Aprovechó el impertinente desafío emocional de Eduardo Belliboni, El Trosko Conmovedor, para sacarle tarjeta amarilla, antesala de la tarjeta roja (que implica expulsión de la cancha).
Sin asustarse por la provocación del revolucionario vibrante, con astucia infinita Milei prefirió habilitar la movilización multitudinaria de los policías Federales y Municipales. Con el propósito de obstruir al bullicioso grupo de militantes de la izquierda romántica que pretendía manifestar sus angustias existenciales.
Mientras tanto, desde el Departamento de Policía, Milei controlaba a los díscolos, aunque protegido por tres poderosos “edecanes”.
Las señoras Bullrich y Petovello, y la señora Karina, La Hermana Tarotista.
En simultáneo, el Menem Trucho ya se había asegurado la parsimonia del «prime time» para vociferar, durante la noche, la primera cadena nacional. Rodeado por la totalidad del “gabinete” y con el agregado de Federico Sturzenegger, El Bailarín Compadrito. Una suerte de director técnico justamente ataviado con el vestuario insólito del turista veraniego que pasaba “por Balcarce a saludar”.
El objetivo de Milei, milimétricamente calculado, consistía en oficializar el decretazo del que aún se habla.
E impedir, en especial, que al día siguiente, en los medios, se osara comentar la algarada desafiante de Belliboni.
“Milei también tiene derecho al fracaso” (fue título del portal, 17/10/23).
Setenta días después, la profecía irónica ya podía constatarse.
Sin escalas irritantes, la presidencia de Milei conduce al próximo desperdicio nacional. Al choque reiterado de la calesita.
Entonces el colapso libertario se sospecha. Se espera. Se percibe.
Son las vísperas del probablemente definitivo desencanto institucional.
El amateurismo oscilante del “equipo de Milei” es apenas superado por la destreza colectiva para simular la improvisación.
Las efectivas consignas iniciales de campaña resultaron al final intrascendentes. Pero motivaron la repentina adhesión de gran parte de la sociedad penosamente harta de los desaciertos que signaron los ciclos precedentes.
Los sucesivos fracasos fundacionales facilitaron el abordaje hacia la presidencia del carismático panelista que se las ingenió para confundir la redituable penetración en el rating televisivo con los atributos del personaje naturalmente dotado para el ejercicio del poder.
Otra decepción lacerante.
En poco menos de un mes conmovía confirmar que la presidencia de Milei podía -en efecto- naufragar.
Infinitamente menos que una administración de expertos, el gobierno de Milei es un efectivo simulacro.
Un ensayo desangelado de orquesta autoritaria que admite la opaca cotidianeidad del show eterno.
Con histrionismo imprevisible, el panelista de Intratables logró imponer los encantos excesivos de su temperamento.
Fue suficiente para despojar, a La Doctora, del atributo de la centralidad.
O para vencer en el combate electoral a Sergio Massa, El Profesional, sigiloso benefactor desde el principio.
O para ningunear patéticamente a Alberto, El Poeta Impopular (ya casi justamente olvidado).
Con alaridos insustanciales -la fábula de la dolarización, la motosierra o la pulverización del Banco Central- el Menem Trucho supo tempranamente resignificarse como el verdadero animador de la campaña electoral. Ventajas de lanzar ideas descabelladas.
Plácidamente -en el bolso inagotable de nada- Milei logró introducir a la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien, competidora sustancial que hegemonizaba la alucinante fantasía del cambio.
Pero hoy Bullrich es apenas la ministra “halcona” de Seguridad, para feroz desconsuelo de la señora Victoria Villarruel, La Cayetana (Álvarez de Toledo).
Y Milei pudo acomodar también, en «el bolso» al instrumentador Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
A través de la intensa Montonera, Mauricio -el Domador de Reposeras- se propuso exterminar a quien había sido, durante décadas, el “mejor empleado del mes”.
Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, el disruptivo que había osado disputar el liderazgo de la Mutual PRO.
La cuestión es que pronto todos los bocetos minimalistas de estadistas que se apuntaban para el fracaso ingresaron paulatinamente en «el bolso inagotable de nada de Milei».
Desde el tramo misericordioso de Alberto, hasta al lapso desperdiciado y decepcionante del Ángel.
Y el Panelista tuvo hasta la algarabía de encontrar espacio, en el bolso de la nada, para los tres desbordes anteriores del maléfico kirchnerismo (patología responsable de la catástrofe que reprodujo el estancamiento de Argentina, hasta situarla, en efecto, detrás de Venezuela).
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