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La peste de moral baja

Desde España y Portugal, hacia Brasil y Argentina.

Carolina Mantegari - 26 de noviembre 2014

Consultora Oxímoron

La peste de moral bajasobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari
especial para JorgeAsísDigital

«La corrupción acompaña al poder como la sombra al cuerpo»
Alejandro Nieto

Introducción
La Obra Pública, el Juego y Blanquita Amaro

La epidemia de transparencia ya hace estragos. Produce la transformación cultural y arrastra muchos presos.
En el espejo de España se refleja Portugal. Pero también Brasil.
La peste de moral baja, irremediablemente, hacia Argentina.

Para interpretar el grado de transparencia de un gobierno, Consultora Oximoron propone estudiar esta ecuación:
Obra Pública +/o El Juego +/o Blanquita Amaro (*)

Basta con los tres ítems. Se deja de lado la multiplicidad de otras vertientes.
La Obra Pública signa la metodología tradicional para la recaudación básica. Clasicismo insustituible de ladronzuelos perdonablemente básicos.
El Juego se consolida. Se extiende. Penetra estructuras transversales que enlazan a los opositores habilitados. Extensiones brutales, por décadas. Recaudación secreta para cómodos.
«Blanquita Amaro» representa la explotación del consagrado fenómeno del narcotráfico. El ítem más complejo y pernicioso de la ecuación. Con el complemento de la violencia y del daño social. Impregna a las fuerzas internas que debieran combatirlo.

Con recaudarse, para beneficio del gobernante, a través de uno solo de los tres ítems, por ejemplo el primero o el segundo, se está apestado, pero pasa. Es comprensible.
La peste de moral baja Con recaudar con dos de los tres, el primero y el segundo, ya es relativamente grave, sancionable.
Con la explotación de los tres ítems conjuntos de la ecuación, el gobernante está perdido. Irrecuperablemente.

Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron

(*) Cantante cubana de rumbas de los años 50 y 60. Se toma prestado su nombre por «la blanca».

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El espejo de España

Conmueve ver ingresar en prisión a la cantante Isabel Pantoja. En Alcalá de Guadaira, Sevilla. Por lavado de dinero. La estrella quedó sepultada en el latrocinio, como consecuencia del mal amor.
Como Cristina de Borbón. La Infanta que sumerge a la nobleza en el escarnio. Por los horribles manejos, con los fondos públicos, del marido. Iñaki Urdangarain, atlético (y patán).
Su Majestad Juan Carlos, que tuvo muy poca suerte con sus yernos. En su momento, el monarca supo hacer la fortuna con sobriedad. Antes de derrapar con aquel elefante inofensivo, para colmo muerto, en un safari por Kenia. Juan Carlos supo pecar con el refinamiento y la distinción que generalmente faltan en los tiempos del facebook. En pleno estallido de las comunicaciones cuesta mantener un secreto, así sea sólo erótico. O preservar el sentido elegante de la discreción. Debió abdicar.
La peste de moral bajaAlteza Cristina, en cambio, enternece. Encantadora muchacha que supo ilustrarse en París. Aguda lectora de Azorín, de Ortega y hasta de Julián Marías. Hoy desgasta la dignidad real, entre juzgados. Otra historia de amor y billetes. Abundan.

En el desborde brutal de la Operación Púnica, los españoles en crisis extravían la capacidad de asombro. Previamente fueron fastidiados por los sobres de Bárcenas. La «Cadena de la felicidad» que acabó con el respeto hacia el Partido Popular. Colmaron de resentimiento a los indignados que subsisten con el subsidio del paro.
También fueron fastidiados con las trapisondas financieras de Jordi Pujol (que llegan hasta el puerto de Rosario). Salpicaron de banalidad hasta la discutible emancipación de Cataluña.

La peste de moralidad, que sacude a España, afecta también a Portugal. Consta que el ex primer ministro, Antonio Sócrates, el socialista moderno, en un regreso furtivo de París pasó desde el aeropuerto de Lisboa hasta el «Estabelecimento prisional de Évora». Capital del Alentejo. Justamente en el alicaído país saudosista de Fernando Pessoa, impregnado de tristeza colectiva, maltratado por el estancamientos económico que incita a los recortes permanentes, a los efectos de satisfacer las líneas europeas que baja Alemania.
El portugués medio alteraba el pesimismo existencial con los detalles del exilio voluntario de Sócrates en París. La peste de moral bajaEn su departamento adquirido por tres millones de euros, nada excesivo en semejante ciudad.
Sócrates pretexta herencias familiares, pero nadie le cree.
En Rumania, basta con la inteligencia y el coraje de Laura Kovesi. Es la fiscal anticorrupción, para que caiga otro ex primer ministro, ministros en cantidad, encadenados en otras felicidades que hoy se condenan.

La delación

Mientras tanto Brasil se dispone a superar los índices de corrupción de los países BRICS. Arrecia la peste de transparencia que estaba pendiente desde los tiempos escatológicos del «mensalao».
Hoy los empresarios más poderosamente ricos comparten el patio común de la cárcel de Curitiba, aunque a distancia decorosa del delator desesperado por salvarse. El Turco Youssef.
En la declinación moral del país-continente, el motor del casi extinguido Mercosur, cuando se delata bien puede atemperarse la condena.
Por lo tanto los coimeros, que se suponían impunes, caen como moscas cansadas del verano. Para lanzarse, a su vez, sin exigencia de lealtad, a delatar.
Cuentan que a algunos delatores hay que pegarles, pero para que se callen.
La peste de moral bajaAl cierre del despacho se aguarda que no se delaten las oportunas estimulaciones que debieron depositarse en la Argentina. Entre la gallardía del festival de maletines, que el portal describe como «La marroquinería política».
Maneras de la corrupción sistémica, estructural. Animada por los cretinos que capturaron el Estado para su propio beneficio. Representa el máximo rostro del fracaso de las democracias.

Aquí y ahora

«Robar no es para cualquiera». Lo confirma Tadeo, protagonista de «Hombre de Gris».
Para robar desde el poder no basta con la impunidad. Hay que contar con contadores competentes, eficaces abogados administrativistas. Ser menos brutal.
En Argentina proliferan diseños recaudatorios que superan con amplitud al emblemático David Marjaliza, alias Mórtimer. El español que arrastró decenas de poderosos transitorios, para convertirlos en presos. Comparado con nuestros pícaros delincuentes de segundo orden, Marjaliza es apenas un aficionado. Un novato.
Marjaliza distribuía las «cometas» y se quedaba con un miserable 3 por ciento. Un bebé. Los que supieron hacerla, aquí disfrutan del tratamiento de señores. Lo despojado, lo tienen en regla; lo mal habido a buen recaudo, perfectamente «encanutado».
No son los rudimentarios de la magnitud de Lázaro, El Resucitado. Desde que se murió su Jefe, El Resucitado quedó sin conducción. Terminó entre imberbes inescrupulosos que le hicieron un daño irreparable a la heredera.
La peste de moral bajaLa Doctora tal vez sospechaba del fondo. Desconocía, según nuestras fuentes, las formas. Las cantidades. Legitima su asombro: «¡Para qué juntar tanto!», cliquear.

Épica y delito

La Operación Púnica de España, como la Operación Lava Jato de Brasil, registra algunas similitudes con la Pasión Recaudatoria Nacional.
Signa la clave de la política contemporánea, la estrategia internacional. El anti imperialismo (preventivo) de La Doctora.
Cuesta unificar, en el fondo, la épica militante con el fenómeno delictivo.
Advertencia: no se trata de épica militante o delito.
Es -en simultáneo- militancia y delito. De aquí la complejidad del mecanismo que estalla.
El honesto que se juega aquí ampara al cretino que la lleva.
Desde la épica, los que no se llevaron monedas ofrendan la vida por los corruptos.
Juristas y comunicadores ponen los prestigios a la disposición del proceso recaudatorio.
El desgaste -concluye el Informe Oximoron- es inútil. Porque la peste de moralidad baja. Llega igual.
Entra, incluso, sin golpear la puerta.

Carolina Mantegari
Consultora Oximoron/Redacción final
para JorgeAsisDigital.com
permitida la reproducción sin citar la fuente.

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