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Dura en el arte de arrugar

De tanto marcarle la cancha, El Líder de la Línea Aire y Sol la tiene de hija a Nuestra César.

Jorge Asis - 20 de julio 2012

Cartas al Tío Plinio

Dura en el arte de arrugarTío Plinio querido,

Nuestra César es una venerable discípula de El Furia. Se comporta como una kirchnerista básica.
Como lo fue El Furia extinto, Nuestra César es también una «dura en el difícil arte de arrugar».
Le cuesta retroceder. La pobre amaga con resistirse. Pero tardíamente arruga.
En su caja de velocidades, con la que suele «ir por todo» y en quinta, existe también la «marcha atrás». Como en el tango.

Bananita Dolca

Al aparecer los fondos de los inocentes jubilados, para ponerse con el medio aguinaldo de la provincia (inviable), el reconocido Líder de la Línea Aire y Sol le marca la cancha, tío Plinio querido, a la deteriorada Nuestra César. Por tercera vez. En poco más de treinta días. Es obvio y es mucho.

En la evaluación Aire y Sol la tiene, a Nuestra César, de hija.
Con «fe, con esperanzas y siempre para adelante», Aire y Sol parece llevarla de la única manito. Hacia el colegio.
Falta, acaso, que enternecedoramente le compre, en el kiosco, alguna Bananita Dolca.

La primera vez, que le marcó la cancha, fue sin quererlo. Cuando, para salir del agobio de El Calabró de Llavallol, atropelladamente Aire y Sol declaró que planificaba sucederla. En la brumosa posteridad de 2015.
«Siempre y cuando -dijo- ella no quiera volver a ser».
Pero Nuestra César no podía -constitucionalmente- ser.

Dura en el arte de arrugarInoportuno, Aire y Sol trasladó la pelota molesta hacia el campo presidencial.
Justo cuando los empleados menos prioritarios, emblemas sin funciones del Frepasismo Tardío, comenzaban, por los barrios, las consultas programadas.
Para instalar la necesidad de otra reforma constitucional. El artefacto, en peronismo básico, suele traducirse como la manganeta de otra reelección. Al mejor estilo Menem de 1999.
Relatos costumbristas de narradores sin imaginación. Para conquistar el derecho a la eternidad de Nuestra César.

«Perros de la noche»

Pero para acentuar la condición de mujer providencial, era necesario destruir, tío Plinio querido, cualquier posible atisbo sucesorio.
Entonces Nuestra César soltó los «perros de la noche». Como en la rescatable novela de Enrique Medina. Para mordisquearlo.

Salieron Julián, Florencio, Aníbal, Kunkel. Distribuían los ladridos que complementaban las calificaciones del intendente lengua larga de Lanús.
«Mal administrador». «Inútil».
«Insuficiente con poner la cara».

Los perros de la noche masacraban, en plena luz televisiva del día, con la instrucción presidencial, al Gobernador que, ocho meses atrás, habían apoyado enfáticamente para la reelección.
Una de dos. O mejor las dos.
O el cristinismo ya era demasiado trucho en octubre de 2011, o súbitamente se habían asumido, como truchos, en el invierno de 2012.

Con la cancha marcada, desde el Portal deslizamos, tío Plinio querido, otra interpretación. Algo rebuscada. Intente utilizarla para destacarse en el boliche. A la hora del «Fernet con coca», antes del mus.
«La ofensiva desestabilizadora sobre Scioli era una matemática consecuencia de la defección precipitada de Amado Boudou».
La teoría cierra. El Descuidista se había aniquilado sólo por unas cuantas monedas. Cuando El Descuidista estaba, precisamente, para neutralizar, con su presencia, la persistencia, en las encuestas, del Aire y del Sol.

El «Telerman clásico»

Dura en el arte de arrugarLa segunda vez que Aire y Sol marcó la cancha de Nuestra César fue con la jugada de pizarrón. Así no le pertenezca, pasa a la historia como otro «Telerman clásico».
Trátase de la claramente diferenciadora conferencia de prensa del sábado al mediodía. Destinada -en el telermanismo conceptual- a copar la problemática de los desconcentrados columnistas del fin de semana.
Analistas que, como era previsible, entraron en la interpretación «destituyente».
Dejaban a Aire y Sol con el olor de las calas. Con la densidad lustrosa de la madera de velorio. Sin suficientes postulantes, siquiera, para tomar las manijas del cajón político que se avecinaba.
Pero la dejaban a Nuestra César, en la colorida estampita, habilitada como protagonista principal del «Jubileo desestabilizador» (cliquear).
Aceptemos que no era el rol más favorecido que podía corresponderle a una dama de sus características. Que se prepara tanto, estéticamente, para impresionar en la estampita.
Quedaba, pobre, como una autoritaria sin autoridad.

Dura en el arte de arrugarCon la cancha marcada, y rodeada de incapaces.
Sumergida, para colmo, en los desbordes ofensivos de la cadena nacional.

Salomón

La última vez que Aire y Sol le marcó la cancha a Nuestra César fue demasiado público. Y reciente. Está en los diarios.
Trátase del anuncio de la solución.

De figurar como perversa y tiránica, Nuestra César tristemente pasa a figurar, en la estampa, apenas, como gansa. Por popularmente ponerse.
Por ser una dura en el difícil arte de arrugar. Como El Furia.

Dura en el arte de arrugarDígale a tía Edelma que se le guarda, en cofre empotrado, la inhallable Medalla de Salomón.
Fue comprada en la rue de Brea. Es sólo para ella.
No hay dos iguales Medallas de Salomón.
Que la ansiosa Otilia, en todo caso, se aguante y espere.

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