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Nuestra César

Seminario VIII - INTERREGNO DE NOVIEMBRE: Invocarlo para eclipsarlo. Ajustar la herencia envenenada.

Jorge Asis - 21 de noviembre 2011

Cartas al Tío Plinio

Nuestra CésarTío Plinio querido,

El método, algo perverso, consiste en invocar para anular. Celebrar para eclipsar.
Cuesta entender la eficacia del mecanismo. Pero, por ahora, cierra.

Sin necesidad de decirlo, Cristina -Nuestra César- encara el ajuste.
Importa un pepino el rigor del lenguaje. La semántica. «La expresiva coacción del significante» (diría Carolina Mantegari).

Los sensibles estrictos, en el período excitante de la superproducción de tontos, arrastran la tentación de desenmascararla.
Decirle «usted ajusta». «Engaña a su electorado». «Traiciona a los incautos que anhelaban la profundización del modelo» (que no existe).

Lo gravitante es que ajusta. Asume, en su monólogo total, el costo ingrato de ducharse en sinceridad.
Menos que «profundizar», se impone huir del mamarracho del modelo.
Arranca el ciclo de eliminación, paulatinamente brusco, de los subsidios.
Nuestra CésarCorrección: de la corruptela demencial de los subsidios.
Patología que le permitió, al dispendioso antecesor, El Furia, juntarla. Con la pala, juntarla. Para instalar el enigma metafórico del Fort Knox personal.

Los subsidios, durante ocho años, representaron, apenas, uno de los pilares fundamentales del Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Es la figura literaria que se describió, desde aquí, a través de cartas entrañables y crónicas, que después compusieron libros.
Disculpas, tío Plinio querido, por la auto-referencia. Desde «La marroquinería política» (Planeta, 2006).
Cuando Kirchner y Magnetto se entendían sin mirarse. Como Bochini y Bertoni.

Asociación exitosamente ilícita

Nuestra CésarSi no se valora la inigualable capacidad de Kirchner, para hacer Caja, es literalmente imposible abordar la problemática del kirchnerismo.
Negar aquella capacidad es, a esta altura, una tergiversación histórica. Un error conceptual.
Para el obstinado que aún la niega, o la minimiza, lo recomendable es que se enrole, desde hoy, en Carta Abierta.
O que se siente, con el rostro crédulo, ante la Televisión Pública. A las nueve y cinco de la noche. A los efectos de extasiarse con la gloria de la «asignación universal». Con el despedazamiento puntual de los eventuales enemigos. Con la euforia simbólica de los retratos descolgados.

Tal como aún se lo desconoce, el kirchnerismo fue, tío Plinio querido, una asociación exitosamente ilícita.
Pero que supo dedicarse también, con La Caja en el bolso, a las causas presentablemente nobles.
Para juntarla, acaso, mejor. Dicho sea con la «mejor onda», como dicen los adolescentes.
Es la versión honorablemente positiva del fenómeno.

En un país donde, para llevársela, es siempre conveniente ser de izquierda.
En alguna cartita próxima se le van a detallar los asombrosos progresismos de otras cajas. Estéticamente cinematográficas. O adscriptas, imperdonablemente, al rubro humanitario.

El destino debería pasar, inexorablemente, por el encierro estratégico.
Por suerte la problemática, la pasión por juntarla y llevársela, importa, aquí, muy poco. Casi nada. Es cultural.

El cerco voluntario

Todo cambia, pero para seguir, tío Plinio querido, igual.
La oposición, inofensivamente diezmada, se convierte, apenas, en complemento de decoración.

Los pactos, con el antiguo César, El Furia, caducaron.
Se acabó el capitalismo de amigos. No hay -siquiera- más amigos.

«Sepa que esto es lo que se acordó con su marido», le dijo cierto empresario a Nuestra César.
De los contados empresarios que fueron «amigos». Que se las ingenió para mantener, con Él, algún breve contacto con ella. Telegráfico.

Cuesta siempre llegar al César. Pero Nuestra César se encuentra demasiado contenida. Protegida del asedio de los indeseables imaginariamente cercanos.
El tema tiene ribetes entendibles sólo desde el esoterismo, el tema que les interesa tanto a tía Edelma y La Otilia.
(Y a todos, en realidad. En especial a Ella. Ampliaremos. Y cuando El Portal anuncia «ampliaremos» es como la consigna de Perón. Cumple).

Voluntariamente -según nuestras fuentes- Nuestra César está cercada.

Nuestra CésarCristina se abre, y se expande, sólo cuando tiene, en frente, la cámara. Con la escenografía pasiva del auditorio blando. Predispuesto al aplauso saludablemente estimulante. Para el regocijo de sus palabras articuladas, aunque suele perderse, cada vez más, por los afluentes. En divagaciones multiplicadas, impunemente, por la televisión.
Graves generadoras (las palabras) de otro hábito. El zapping.

Tierra de Nadie

En la carta anterior, «Captar a Macri» (cliquear), acuérdese que se le contó:
«Ya no tienen vigencia los pactos preexistentes».
Es la evaluación de los empresarios que acordaron, con el extinto, oportunas conveniencias bilaterales.

Nuestra CésarEn adelante, para seguir, debe acordarse con Nuestra César. Conseguir, antes, la oportunidad para intentar convencerla. Para la renovación del crédito. Amigarse, en definitiva. Resignarse a la elasticidad arbitraria de sus tiempos. Signados, tío Plinio querido, por la desconfianza que se justifica.

No les queda otra alternativa, a los «capitalistas amigos», como a los funcionarios, que tolerar las exasperantes dilaciones.
La incertidumbre deriva en una aparente Tierra de Nadie. Donde reina Nuestra César. Que dejó de conformarse con ser la mujer del César.

Basta, para neutralizar al César que irresponsablemente partió, con la obstinada invocación.
Para superarlo. Corregirlo
Para evitar el estallido previsible de la herencia envenenada.

Renovación de la permanencia

Se le dijo también: «Por haber sido acordado con el marido, Cristina cree que, cualquier pacto preexistente, oculta, de por sí, una chantada».
Lo grave, tío Plinio querido, es que tiene razón.

Curiosamente, cuando Cristina asume la conciencia crítica, de la magnitud de los «desastres seriales» heredados, aumenta, simultáneamente, la intensidad emotiva de los homenajes.
Cuando más lo deslegitima, se quiebra llamativamente con mayor convicción.

La complejidad del misterio trasciende. Atormenta a los normales. Seres aferrados a los códigos, siempre insuficientes, de la racionalidad.
Se le encargo un estudio, al respecto, a Medea Lobotrico-Powell.

«Homenajear para eclipsar, es la clave». Lo sintetiza la Garganta.
Para salvar la ropa «del modelo» (que no existe), se impone, en la práctica, cambiarlo. Corregirlo. Anularlo.
Darle un poco de prolijidad al zafarrancho, para no destruirlo en su totalidad. Y para que la conspiración temible de la realidad no se la lleve, de pronto, puesta.

Nuestra CésarEntonces Nuestra César debe aludir siempre, favorablemente, al César que deslegitima con piadosas modificaciones. Al constructor obstinado en la acumulación sistemática de La Caja, que ella tiene, en defensa propia, que superar.
Para evitar que la gran obra compartida, por los dos Césares, se estampe, hasta pulverizarse, contra las rocas implacables del sentido común.

Quede escrito, registrado, en la plenitud del noviembre más cruel. A 19 días de la asunción del flamante gobierno viejo. Cuando tiene que «renovarse la permanencia».

En la Tierra de Nadie, obviamente nadie sabe adónde está parado. Ni qué delicias aún le puede deparar el destino.

La sociedad, tío Plinio querido, concedió en exceso. La vereda de enfrente fue desmoronada. No sirve ni como complemento decorativo.
La «clase dirigente» se encuentra intelectualmente planchada. Dispuesta a aplacarse, en el fondo, con un choripán.
La alternativa de la hora consiste en colgarse del «Vestidito Negro».
Aferrarse, en adelante, a la estrella de la César del Vestidito. Nuestra César ajusta y orienta.

Dígale a tía Edelma que, según todos los gurúes consultados, La Ley de Atracción funciona siempre.
Para La Otilia, La Ley de Atracción también tiene que funcionar.
Dígales que le escriban a Juan Martitegui, juan@elsecretodelaleydeatraccion.com
Juancito les va a mandar gratis, por internet, el informe completo con «los secretos». Para que La Otilia lo descargue y pueda, en adelante, atraer.

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