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Los Assad y los Maklouf

Poder y negocios. Represores del totalitarismo sirio.

Jorge Asis - 21 de junio 2011

Artículos Internacionales

Los Assad y los Maklouf«Jorge, quiero acompañarte en tu próximo regreso a la Argentina», dijo el palestino Omar. «Quiero que vayamos juntos al cementerio donde descansa tu abuelo. Y poner un ramo de flores, sobre su tumba. Para agradecerle por haberse atrevido a cruzar el océano, y hacerte nacer tan lejos de la tierra eternamente condenada».
De «Memorias de política y literatura». Texto inédito.

El poder, en el totalitarismo sirio, se reparte, desde hace cuatro décadas, entre los Assad y los Maklouf.
Los Assad suelen reservarse la hegemonía de la decisión política. Pero los Maklouf, en cambio, se quedan con los negocios.

Los Assad y los MakloufSíntesis precipitada de las derivaciones del matrimonio exitoso entre Haffez el Assad, el padre del actual presidente, «Bashar, el oftalmólogo» (cliquear). Con Anissa Maklouf, la madre.
La tía tierna de Remi Maklouf. Conocido, en la región, como el Señor Cinco (por el cinco -o diez- por ciento de comisión en todas las negociaciones).
Es el rostro, oficialmente asumido, de la corrupción del régimen. Remi Maklouf controla Syriatel, o sea la telefonía.
Supuestamente enternecido por la devastadora represión, Remi intentó donar, en conferencia de prensa, parte de sus riquezas. A los efectos de aplacar el dolor de las víctimas de la revuelta. Pero en realidad se trató de una penitencia severamente impuesta por su primo Bashar. Como un gesto popular, porque Remi representa la imagen del latrocinio. Y por haberse ido de boca en una entrevista con el New York Times.
Pero Maklouf controla, además, la totalidad de la obra pública. Siempre hay tajada para Maklouf, en cualquier negocio dispar.
Aparte, y por si no bastara, Remi tiene también la suficiente fuerza en el ejército sirio. Lo mantiene a su tío Adnan Maklouf, como comandante de la Guardia Republicana. Pero que comanda, en la práctica, Maher al Assad. Es el hermano de Bashar y jefe de la Guardia Presidencial.
A la perfección, Maher se encarga de la represión indiscriminada. Cumple el rol del hombre malo.
Los Assad y los MakloufEs tan malo que, en cualquier momento -circula hasta en los mercados- Maher va a derrocarlo a su hermano Bashar.
Para repetir la historia del tío Rifaat, hoy exiliado en París. Cuando intentó derrocar, en 1984, a su hermano Haffez. El padre muerto de Bashar y Maher.

Los que no tuvieron suerte de emigrar

Atmósfera persistentemente represiva en el totalitarismo sirio.
Cabe suponer que la desconocían los cientos de nostálgicos descendientes de sirios que se amontonaban para saludar -o al menos para ver-, a Bashar al Assad. Flaco y largo. En club de barrio comunitario de Buenos Aires, Argentina. Los argentinos de origen sirio también querían saludar a Asma, la estilizada -y distante- mujer de Bashar.
Los Assad y los MakloufAntes, la parejita presidencial había sido calurosamente homenajeada por la señora Cristina y Héctor Timerman. La Presidente y el Canciller.
Conste que Cristina estuvo menos pedagógica que con otros desdichados presidentes. Sin emitir «La lección del dedito» (cliquear), como al pobre Obiang, un autoritario del montón de Guinea Ecuatorial.
Ambos -Cristina y Timerman- aún prosiguen la faena sistemática del silencio. Casi cómplice. Sin emitir, siquiera, un miserable comunicado.
Sobre todo cuando Bashar tiene que asumir la responsabilidad de la violenta carnicería contemporánea. Se despliega con crudeza sobre los descendientes de los pobres sirios que debieron quedarse, allá, en Siria. Los que no tuvieron la suerte de emigrar. Cuando se desmoronaba el Imperio Otomano, hacia la Argentina. O el Brasil.
Víctimas involuntarias del despotismo criminal de la familia Assad. Poderosos que se resisten a aceptar que, a la hora irremediable de las revueltas, en los retardatarios países árabes, llegó «El turno de Siria» (cliquear). Para quedarse. Y desalojarlos.

Muerte a canilla libre

Los Assad y los MakloufBashar, el oftalmólogo formado en Londres, hoy se destaca por encabezar un régimen intolerante. Infinitamente más represivo que el de Ben Alí, el varón domado de Túnez (hoy Ben Alí padece en el exilio los maltratos de Leila Traboulsi, su mujer, la perversa domadora).
Mostró Bashar más firmeza que el convaleciente Hosni Mubarak, de Egipto (hoy Mubarak aguarda la muerte inapelable, en una clínica del paradisiaco Sharm El Sheik).
Aparte, para la orgía de las matanzas, Bashar tiene mayor suerte que Kadafi, de Libia (hoy Kadafi es acosado por las fuerzas internacionales que le impugnan hasta el derecho a la impunidad).

Sin embargo los gendarmes multilaterales de los Estados Unidos, y de algunos países presentables de Europa, autodenominados pomposamente Occidente, no piensan utilizar, en Siria, los instrumentos para una intervención. Sería una manera prematura de toparse, frontalmente, con Irán. Y con el temible Hezbollah, de El Líbano. Auditado por los chiitas persas del Irán, y por los árabes alawitas de Siria.
Además, la pérdida de la estabilidad, en Siria, puede ser exclusivamente preocupante para Israel. Ya que Siria está habituada a la confrontación meramente verbal.

Los Assad y los MakloufPara beneficio de la real politik, y para castigo de su pueblo, lo conveniente en Siria es no innovar.
Por lo tanto Los Assad (Bashar y su cruel hermano Maher) y Los Maklouf (con la punta de un Sawkhat, casado con Busra, la hermanita de Bashar), pueden masacrar tranquilamente. Muerte a canilla libre.
Tanto en Deraa, donde los manifestantes escracharon la Syriatel de Maklouf, estandarte de la corrupción.
Como en Homs (la tierra de origen de los Aziz, abuelos maternos).
O en Damasco, la capital (donde crecieron los Zaín, abuelos paternos).

Incluso, Bashar hasta puede admitirse el cinismo de denunciar a los indignados, descendientes de los sirios que no tuvieron la suerte de venirse para América del Sur, como conspiradores. Pagados, para colmo -los desestabilizadores que quieren un poco de libertad- por el extranjero.
Hoy se amontonan, en Siria, los muertos. La peregrinación de los perseguidos es inagotable. 20 mil llegaron más allá de la frontera de Turquía. Para sofocarse en tiendas precipitadas. Como si fueran los palestinos olvidablemente inventariados. Alrededor de 12 mil se encuentran presos. Pendientes de la piedad de Bashar. Hasta que apele -en vibrante golpe mediático- a otra amnistía. Siempre insuficiente.

De la primavera al infierno

Después de la muerte de Haffez, en el 2000, se hizo del poder Bashar, el oftalmólogo de Londres.
Basel, el preparado para gobernar, el hermano mayor, se masacró estúpidamente en un accidente automovilístico, a medio camino del aeropuerto.
Los Assad y los MakloufY Maher, el que buscaba el poder, aún era demasiado joven para recibirlo.
Observadores perversos piensan que Maher podrá tener más suerte, con Bashar, que su tío Rifaat con Haffez.
La experiencia de Rifaat, el exiliado en París, no tiene por qué repetirse en otro fracaso. Puede ser perfeccionada.

En principio, Bashar intentó instalar la apertura. La llamada «primavera siria». Pero aquellas flores del romanticismo se destruyeron pronto, por las tormentas de la política real.
Por el control, tiránicamente total, de El Líbano. Con el asesinato de Rafik Hariri, el multimillonario líder. El crimen desencadenó el gran desgaste internacional. El estado de acoso permanente que mantiene, sobre Siria, las Naciones Unidas.
Nunca podía existir ninguna primavera cuando Bashar debía adherirse, invariablemente, a la estrategia de Irán.

Para colmo, el 2011 llegó con vientos insolentes, demorados. Invocaciones de la justicia tardía.
Justo a Bashar le corresponde poner el rostro cínico, para el liderazgo más criminal. La primavera se iba a transformar en el infierno sirio.
Aunque las culpas, orgánicamente, se trasladen hacia Maher. El hermano necesariamente malo. Encargado de la Guardia que suele dedicarse a la exterminación de cualquier atisbo de disidencia. De raíz.

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