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La Frontera del Primer Muerto

Mariano Ferreira. El Partido Obrero, y la racionalidad del sindicalismo peronista.

Jorge Asis - 21 de octubre 2010

Artículos Nacionales

La Frontera del Primer Muertoescribe Jorge Cayetano Zain Asís
especial para JorgeAsísDigital

Mariano Ferreira fue un militante heroico del Partido Obrero. Pero con su muerte fortalece, de manera indirecta, al casi adormecido sindicalismo peronista que supo combatir.
La sociedad que hasta ayer, mayormente, le temía al emblema de dirigente sindical, Hugo Moyano, por mero efecto comparativo con el PO, debería pasar a considerarlo -si no un angelito de Dios- una garantía. Del funcionamiento, al menos, del sistema. Un mal, en todo caso, explotable. A los efectos de evitar, a través de los mecanismos de contención de los «camperas», calificados como «burócratas», la radicalización clasista de los trabajadores.
De ser conquistada la Confederación General del Trabajo por las organizaciones «proletarias», de raíz clasista, como el PO, o el Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS), el sistema sería irreparablemente otro. Con seguridad, bastante peor. Supuestamente, los dignos acabarían con las injusticias elementales del capitalismo. Con la propiedad privada de los modos (y los medios) de producción. La revolución socialista aún es posible. A expensas, aún, de la propia producción.
Cabe consignar que no existe país en el mundo donde hayan penetrado exitosamente las teorías que impulsa esta respetable versión de la izquierda. La que solía impugnar, incluso, la mera existencia desviacionista de la Unión Soviética. No fue por casualidad que Stalin, a los efectos de instalar la carnicería sanguinaria del socialismo real, decidiera desembarazarse, ante todo, de los trotskistas. Y hasta del mismo Trotsky. Con métodos más cinematográficamente siniestros, aún, que el utilizado para acabar con los impulsos reivindicativos de Ferreira, el celebratorio muchacho de Sarandí. Un estudiante vocacional de historia, que colaboraba activamente con las «causas populares». En los escenarios donde pudiera aplicarse la estética de «la lucha». Con las movilizaciones (como aquella que se llevó, para siempre, a Kosteky y Santillán). Con los cortes (como el trágico de Avellaneda). O las ocupaciones de plantas (Sasetru).

Para una primera evaluación, el crimen de Ferreira nos muestra la racionalidad de la existencia del sindicalismo peronista.
Pero exhibe, también, la catastrófica ineficiencia del mismo estilo sindical.
Los jerarcas se encuentran, infortunadamente, demasiado gordos. En todo sentido. Faltos de reflejos y de iniciativas para la conducción estratégicamente política. Caso contrario, nunca se hubiera extendido tanto, entre las bases obreras, la influencia ideológica del PO. Con un crecimiento que no repercute, hasta ahora, en la numerología del sufragio.

Izquierda seria

De la ramificación de agrupaciones marxistas -de orientación trotskista-, el PO registra el mayor índice de seriedad. De convicción conceptual, y de compromiso militante. Al extremo de afirmarse que si se suelta, en el paraíso terrenal, a un militante estructurado del PO, se asegura la revuelta inmediata.
El quilombo representa, para la metodología, el orden natural. Es el propósito.
El móvil es la toma de conciencia social. La organización científica de los trabajadores. Nada tienen que ver, en sus preceptos, con el aventurerismo desesperado que instigara a la «lucha armada». La violencia que atormentara, generacionalmente, en los setenta, cuyas secuelas se juzga parcialmente hoy. Aquí, en el PO, se inscriben los continuadores de las enseñanzas magistrales de Nahuel Moreno. Es el teórico que fuera el principal sostenedor del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT La Verdad), que oportunamente se escindiera del PRT El Combatiente. Estructura que derivaría en el ERP, de Santucho y Gorriarán Merlo.
Un poema de la época signaba las diferencias ideológicas entre la «lucha armada» y «la acción científica de las masas».
«Hay dos caminos/uno largo y uno corto/ Por el largo llegaremos pronto».
Era el camino del trabajo. Concentrado en la concientización de la base.
Total los burócratas, mientras tanto, dormían. Y acumulaban.

El objetivo

Pero acaba de traspasarse la Frontera del Primer Muerto. La etapa que se inicia es escabrosa, de epílogo incierto. Inepta para los improvisados en la materia.
El cuarto o quinto muerto, a esta altura, ya no va a sorprender. Es necesario que no pase del segundo.

En la metodología revolucionaria, la represión nunca es sólo una consecuencia. Es el objetivo.
Porque permite movilizar después en contra de la represión. Y con mayor solidez si existe la espesura de una víctima. Ferreira.
A través del paso de la Frontera del Primer Muerto, se impone un marco de emotividad que supera, con amplitud, la causa que motivara la represión primera.
La tercerización de los ferroviarios -para la evaluación- fue un mero punto de partida. Admite el estado de la protesta generalizada, con la lógica de la indignación colectiva. Objetivo cumplido.
Culminaron violentamente los días de un luchador abnegado como Mariano Ferreira, para cederle el espacio, en adelante, a la construcción del héroe.
«Tu sacrificio, Mariano, no fue en vano».
Cortar vías, interrumpir autopistas, ya no se legitima por la reincorporación de los tercerizados. Se las corta, y se manifiesta, por solidaridad con aquel militante que valientemente ofrendó su vida para defender la reincorporación de los tercerizados.
La muerte, en definitiva, legitima siempre cualquier impostura.

El riesgo de la excesiva solidaridad consiste en la instalación de la idea que cortar las vías es, en el fondo, una acción romántica. Casi rutinariamente lícita. «Y al que no le gusta, se jode», como indica la consigna, expresivamente honesta. Más grave aún, al «que no le gusta» le queda sólo el silencio. Para no quedar estigmatizado como un cómplice de la masacre. El trabajo de pinzas mantiene detalles de perfección.

(Estas líneas fueron escritas «por la sangre derramada». Desde la racionalidad del dolor. El autor caminó calles literalmente similares a las de Mariano Ferreira. Pero 40 años atrás. Sarandí y Villa Domínico representan, en la práctica, la continuidad del mismo barrio. Aparte, el colegio donde Mariano Ferreira estudió, el «Nacional Simón Bolívar», hasta la Guerra de Malvinas se llamó «Colegio Nacional Canadá». El autor pertenece a la segunda promoción del mismo colegio y conserva inalterable hasta el recuerdo del patio. A la edad de Ferreira, militaba, también, en la izquierda. Dato que no tiene, en definitiva, la menor importancia).

Jorge Cayetano Zaín Asís

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