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Peronismo Disidente

SEMINARIO: La complejidad cultural del antikirchnerismo (V) - La Mesa. Los Rodríguez Saa, Romero, Reutemann, Solá, Busti, Puerta. Pero también Menem, Narváez, Duhalde. Irrupción inquietante de Verna.

Oberdan Rocamora - 16 de diciembre 2009

Artículos Nacionales

Peronismo Disidenteescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

En Portugal suelen diferenciar a los ricos. Están los que son ricos desde antes del 25 de octubre de 1974 -día de la Revolución de los Claveles-, o los que son ricos después del 25 de octubre.
En Argentina, con similares parámetros, podría diferenciarse a los «peronistas disidentes».
Los que son antikirchneristas, desde antes de la crisis del campo. O los que se hicieron antikirchneristas después del campo.
Separados, ambos, de la estampida de los antikirchneristas de los 44 minutos del segundo tiempo. Los que despegan. A destiempo y contrapierna.
Pronto no va a quedar ningún colaboracionista del kirchnerismo.

La «Mesa»

Dentro de la complejidad teórica de la temática del seminario, los peronistas le incorporan la propia dispersión natural. Consecuencias de la falta de liderazgos incuestionables.
Los Peronistas Disidentes (de Kirchner) prefieren autodenominarse «federales». Conformaron la fotografía de la «mesa» dirigencial. En una sala del Senado, durante el Día de la Militancia. El 17 de noviembre. 37 años después del regreso del general Perón. Para protegerse bajo el paraguas de Rucci, y alojarse en la casa de Gaspar Campos. Se les cede a los historiadores el tratamiento del llamado de Perón al Restaurante Nino. Antecedente doméstico de La Moncloa.
El Peronismo Disidente se encuentra fuertemente afectado por los códigos culturales que impuso exitosamente el kirchnerismo. Se piensan como alternativa. Se desconfían.
Algunos, patológicamente, niegan, incluso, que los Kirchner sean culturalmente peronistas.
Sin gran amplitud, si se les señalan criticas, sospechan que el crítico está a sueldo de los Kirchner.

Territorio

En la fotografía lucen los Rodríguez Saa. Adolfo y Alberto, senador y gobernador del Estado Libre Asociado de San Luis. Irrebatibles antikirchneristas por excelencia. Desde antes del «campo» y su conflicto.
Durante ocho días del 2001, Adolfo fue presidente. Después Adolfo compitió -por la presidencia- contra Kirchner, el Pichón de Duhalde del 2003. Y Alberto, en el 2007, contra La Elegida.
Los Rodríguez Saa son los exclusivos disidentes naturales que mantienen el estricto control del territorio.
El resto de los miembros de «la mesa» perdieron los territorios por motivos atribuibles, siempre, a la maldad de la caja de Kirchner. Detallar las derrotas deriva en un acto de innecesaria crueldad.
Cuando pueden, o sea siempre, los puntanos subrayan la diferencia sustancial. Nunca está a la misma altura un dirigente con peso territorial que aquel que lo perdió.
Un filósofo positivista, apodado Blanco y Jarra, sostiene, con lúcido acierto, que los Rodríguez Saa «alambraron la provincia». Pero «con tanta eficiencia, que no pueden salir».

Desperdicio

Se distingue, en la foto disidente, a Juan Carlos Romero.
Senador por Salta. Gobernador, candidato a la vicepresidencia en el 2003, en fórmula con Menem. El aliado incómodo, Menem. Hoy irritantemente inasumible.
Atraviesa Romero por un ciclo transitorio de llamativa falta de voluntad.
De «la mesa», Romero es el miembro políticamente más desperdiciado. Acosado, acaso, por la proyección inquietante del gobernador Urtubey. Imaginado, en la actualidad, para inspirativas martingalas.
La peor de las martingalas lo asocia, a Urtubey, con el poeta Alberto Fernández (afectado por el Mal de Caselli).
En la lapidaria intimidad, Urtubey suele decir: «Juan Carlos (por Romero) prefiere creer que le ganó Kirchner. Aún no acepta que, quien le ganó, fui yo». Ampliaremos.

Disidencia «post campo»

Dos modelos perfectos de antikirchneristas post campo. Son Carlos Reutemann, senador por Santa Fe, y Felipe Solá, diputado por Buenos Aires. Ambos gobernaron sus provincias.
Reutemann, eternamente vacilante candidato a la presidencia, esta vez, «sí o sí», en marzo del 2010, «se larga». Lo aseguró Daniel Germano, su hombre de confianza, el viernes último, en Rosario.

Solá, como el poeta Fernández, también se encuentra afectado por el extendido Mal de Caselli. Amaga con encarar por la presidencia. Para mojar, aunque sea, la medialuna de la vice.
Otro antikirchnerista post campo es Busti, que fuera gobernador de Entre Ríos.
En la búsqueda paciente del lugar, Busti suele situarse a la izquierda de los miembros de «la mesa». Faena que no requiere, cabe consignarlo, un gran esfuerzo.
En materia de setentismo, Busti compite con Kirchner. Pudo percibirse en el recital del 17 de Octubre.

Ramón Puerta, último miembro de «la mesa», fue presidente por tres días. Entre las alucinaciones del 2001.
Diputado por Misiones, Puerta es el Karpov argentino. Capacitado para jugar en diez tableros simultáneos. Asegura, con contagiosa convicción, no tener ni «cinco minutos de kirchnerista».
Es -acaso- cierto. Ocurre que Kirchner decidió vaciarlo a Puerta con una gigantesca perversidad. Como pugnó por desalojar a Romero. O como lo vació personalmente a Duhalde. Les arrebató el territorio.
Los únicos que pudieron resistir el avasallamiento colonizador fueron los Rodríguez Saa. Los hermanitos puntanos que alambraron la provincia. Estado Libre Asociado de San Luis.
Uno de los seguidores más solventes de Puerta es Mauricio Silva. Y a Puerta también lo sigue, relativamente, Moisés Ikonikoff. Pensador que se destaca por la persistencia envidiable del humor. Expresión de la inteligencia que le permite evaluar estrategias. De media distancia.

Diferenciadores. Menem. Narváez. Verna

La fotografía de la disidencia debiera ser complementada por los ausentes.
Figuras diferenciadoras. Primero Carlos Menem, que se convierte en un problema. Senador por La Rioja. Presidente durante más de diez años.
La administración de las presencias de Menem suelen condicionar las actitudes de los federales.
Lo toleran más a Menem, cabe aclararlo, desde la ausencia.
Resulta incómoda la presencia de Menem cuando hay periodistas en la cercanía. Los fatales reporteros gráficos.
Aunque lo simulen, los miembros de «la mesa» se cuidan de no acercarse a Menem. Para evitar, con perdonable ingratitud, la fotografía.
«El problema con Menem, Rocamora, es que siempre lanza su candidatura a la presidencia. Si estás a su lado parecés avalarla», suele justificarse uno de ellos.
El Menem del 2009 es otro afectado, en cierto modo, por el Mal de Caselli.
Entre los disidentes, el ostracismo de Menem se traslada hacia otro territorio perdido. La Rioja.
Provincia -La Rioja- para extirpar del federalismo.

Otro diferenciador es Francisco de Narváez. El vencedor. Obsesionado por las fotos. Escoge, sobre todo, con quién no aparecer.
El desperdicio del triunfo de Narváez es también gráfico.
Por inspiración de Romero, trasciende que después del 28 de junio intentó armarse otra fotografía. De respuesta rápida. En conjunto. La totalidad de los peronistas representativos, los que se disponían a confrontar con los Kirchner.
Pero Narváez, según nuestras fuentes, la consideró inconveniente. Por autocalificarse como un rostro de la nueva política, Narváez juzgaba inoportuno mostrarse con las expresiones de la política vieja.
Cinco meses después, en aquel triste Día de la Militancia, Narváez pugnaba, en la sala del senado, por fotografiarse con aquellos que había justamente desairado. Sin suerte.
Lo dejaron afuera a Narváez. Con Menem, Mayita, el Chiquito Arnold.
Otro -Arnold-, que tardíamente se dio cuenta que Kirchner es un hombre malo. Después de haber sido, en Santa Cruz, su vicegobernador.

Animo porque a Duhalde, en el seminario, hay que dedicarle una sesión entera.
Como a alguien ostensiblemente menos conocido. De perfil ultrabajísimo.
Pero a los Kirchner, en la coyuntura, les preocupa infinitamente más que Duhalde. Y el conglomerado completo de autovalorados «federales».
Es Carlos Verna. Senador por La Pampa y jefe político. No es oficialista ni disidente. Es el titular del bloque desempatador (Ampliaremos. Debe controlarse la ansiedad).

Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital

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