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Recambio generacional

Aspirantes a superar el modelo de Macri-De Narváez-Scioli.

Osiris Alonso DAmomio - 7 de septiembre 2009

Consultora Oxímoron

Recambio generacionalescribe Osiris Alonso D’Amomio
sobre informe de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital

El recambio -gracias a Kirchner- se vislumbra.
Son los desplazados -por Kirchner- que suelen capitalizarse.
El Furioso se transforma en el promotor indirecto de los referentes que asoman, como el sol del 25, en el horizonte. Permiten la oxigenación de las expectativas. Confiar, incluso, en las reservas de la política. La cual, tal vez, regresa.

Coinciden, en algunos casos, con la providencia de ser absolutamente desagradables para el Jefe. Que no es, necesariamente, un castrador.
En la agonía, el Jefe conjuga superiores índices de desprecio popular.
Negatividad que salpica a La Elegida. Recíprocamente.
El Jefe, mientras simultáneamente atropella, retrocede. Congela, en el retroceso, las proyecciones de los jóvenes que lo acompañan. Que lo siguen, con la especulativa lealtad. Hipotecan los presentes desperdiciados. Se desgastan en las desventuras del epílogo.
En el plano más dramático, puede registrarse, en el retroceso, a Florencio Randazzo, El ex Killer. En el laberinto.
En el plano ascendente del aventurerismo, puede registrarse, en cambio, sin nada para perder, a Boudou. Quien aún no tuvo la suerte de liberarse de Kirchner. Como Lousteau.

Acompañan -Randazzo y Boudou-, a los Kirchner, en el suicidio de las confrontaciones epopéyicas, enfáticamente innecesarias. Contra las corporaciones poderosas que, invariablemente, los van a sobrevivir.
«La oligarquía agropecuaria y la oligarquía comunicacional».
La magnitud de las peleas generan el equívoco de suponer que los Kirchner, a través de las envolventes imposturas, avanzan, desde la política, en contra de las corporaciones. O que atraviesan un período -digamos- de ofensiva vivaz. O que se encuentran al estricto comando de la iniciativa. Al contrario.
Aquí se confunde la indolencia opositora con el predominio oficial.
La polvareda oculta -para los distraídos-, el patetismo de la fragilidad.

Triángulos

El último de los desplazados, que hoy capitaliza la bienventuranza, es Emilio Monzó.
Debió -Monzó- sacrificar, para la frivolidad del beneficio, el ministerio de Agricultura de la provincia de Buenos Aires.
«La oligarquía agropecuaria» lo recibe como un propio. La «oligarquía mediática» lo difunde. Lo instala.
La cuarta vez -que fueron por el saldo de su cabeza-, resultó la vencida.
Scioli, el gobernador acosado, líder indiscutido de la Línea Aire y Sol, no pudo -no quiso- sostenerlo.
Por lo tanto, Scioli le hizo a Monzó el favor insólito de echarlo. A través del indemne Alberto Pérez.
La lectura enunciaba, obligadamente, el expreso pedido de Kirchner.
El Furioso, sin embargo, arrastra la malaria. Aquello que él rechaza, o sólo desplaza, milagrosamente cautiva. Recibe, el desairado, la simpatía inmediata de la sociedad que detesta generosamente a Kirchner.
Los medios completan el entusiasmo del trayecto. El desairado -Monzó- es retenido, en materia de imagen, por quienes no lo conocían. Hasta el extremo riesgoso de convertirlo, precipitadamente, en una figura de proyección nacional. Al menos, provincial.
Es explicable, en todo caso, que proliferen los necesitados de la expulsión. De la furia desatada del Jefe. A los efectos de ser catapultados, como próximos cuadros promisorios.
Al ser despedido, Monzó capturó el efecto contrario logrado por la señora Alarcón. Castigada por anexarse, tardíamente.

Gracias a la arbitrariedad de Kirchner, en Buenos Aires se conforma otro meritorio triángulo generacional. Dirigentes apuntados por la negatividad del dedo mágico. De El Furioso.
Los miembros del triángulo son celebrados, incluso, por el inspirado consultor Jorge Giaccobe. Porque Giaccobe les encuentra, a los tres, posibilidades de futuro. A pesar de haberse enrolado entre las franquicias desestructuradas del peronismo.
Movimiento -el peronismo- que debería, en la inspiración de Giaccobe, cesar. Por el bien de la república. Junto al radicalismo. A la espera ilusoria de «lo nuevo».

El triángulo lo conforman, en cada vértice, dos minigobernadores. Es Bruera, de La Plata, y Mazza, de Tigre. El tercer vértice es de Monzó. El ex alcalde de Carlos Tejedor.
Debieron colocarle cubiertos -gracias a Kirchner-, en la mesa de los que se proyectan.

Mosqueteros

En los maléficos noventa, otro trío de alcaldes se postularon generacionalmente para capturar un lugar de privilegio. La esfera bonaerense se encontraba dominada por el duhaldismo, que aún se resiste -en términos giacobbeanos- a cesar.
Eran Los Tres Mosqueteros. Balestrini, de La Matanza, Alak, de la Plata. El tercer vértice lo ocupaba Tito Lusiardo, alias Juanjo. De Hurlingham.
El primero, Balestrini, es el vicegobernador en ejercicio. Se encuentra, a su pesar, en la grilla. Para sucederlo a Scioli. Pero siempre y cuando Kirchner se decida fulminarlo a Scioli (Si es que Kirchner no se desliza antes. Hacia el precipicio del fracaso, previsiblemente autofulminado).
El segundo, Alak, fue desalojado, por Bruera, de La Plata. Para improvisarse, en adelante, como un especialista precipitado de la aviación. Titular de la quebrantada Aerolíneas Argentinas, catastróficamente privatizada. Actualmente, Alak es ministro de Justicia (No se lo ve precisamente entusiasmado con el proyecto autoaniquilatorio. Pero -pobre- se deja llevar).
El tercero, Juanjo, es, de los tres, el que tuvo más protagonismo (como especialista en seguridad), pero menos suerte. Porque fue mediáticamente fusilado, como consecuencia de una changuita reprochable de su historia, recreada apenas para quitarlo del paso (Juanjo languidece, hoy, como un diputado standard).

Final con colegas

Para Consultora Oximoron, los superiores colegas -Giacobbe, Fraga, la señora Romer, Haime- pueden lustrar el optimismo laboral. A través de los postulantes que generacionalmente emergen. Representan la esperanza de la actividad.
Brotan desde Salta, como Urtubey. O de Bahía Blanca, como Breitenstein. Abundan los que perfectamente pueden incorporarse al triángulo descripto. Hasta convertirlo en un dodecaedro. Pertenecen a la generación de militantes. Aguardan el recambio generacional. Se impone.
Ellos permiten superar, por la actitud del militante, la magnitud de las presencias que hegemonizan, en la actualidad, las atenciones televisivas. De los que plantean una modalidad que mortifica a todos aquellos que suponen, acaso equivocadamente, que la política es mucho más. Que excede el marco de la mera celebración -permanente y oral- del acto gestionario. O de la gestión, a secas, basamentada en el endiosamiento mediático.
Los aspirantes al recambio generacional, amenazan con superar, al menos modificar, la cultura que hoy unifica a los exponentes consagrados. Los que hegemonizan el modelo exitoso de dirigente moderno. Los que remiten, en realidad, al postmodernismo mal interpretado.
Estos modelos equiparables conforman el otro triángulo. A superar.
Lo integra Macri, con De Narváez. Y, en el tercer vértice, Scioli.

Continuará

Osiris Alonso D’Amomio
informe de Consultora Oximoron
para JorgeAsísDigital

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