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La rifa

Primer aniversario. Año del Desperdicio.

Jorge Asis - 9 de diciembre 2008

Cartas al Tío Plinio

La rifaTío Plinio querido,

El kirchnerismo, en el fondo, es una multitud de doce personas.
El Elegidor y La Elegida. Los De Vido. El Chino Zannini, el Rudy Ulloa, la señora Alicia, Paco Larcher, Campillo, Jaime. Lázaro Báez y Cristóbal López.
Trátase del núcleo rígido. La estructura básica del elenco.
¿Parrilli? Hasta por ahí nomás. Queda en el borde, como Kunkel, Cameron, Uberti, el Neolopecito o Dovena.
El kirchnerismo entero entra, tío Plinio querido, en una Van. Como las de la empresa Manuel Tienda León. O en un avioncito de alquiler. Similar al que trajo a Antonini, el regalito envenenado.
Fuera del núcleo rígido, el resto es material descartable. Gastado. De tercera mano. Peronistas relativamente irrecuperables, como el instrumental Pichetto. O el Chivo Rossi. El zurdito Díaz Bancalari. Tal vez, hasta Randazzo. El inflamado Massa. O el pobre Scioli, que después de tanto pegoteo, puede quedarse sin Aire, ni Sol.
Nadie va a avanzar, que se sepa, sobre el inadvertido Carlos Fernández. Ni sobre Tomada. Ninguna artillería culposa caerá sobre el indemne Taiana. Sólo el olvido, con su sabia misericordia, lo aguarda a Nun. Algún organismo internacional puede recibirlo, como consultor, a Tedesco. Un mostrador de boliche lo espera a Duhalde, El Homónimo. Otros carteles servirán de refugio a Albistur.

En determinado círculo, ya se recomienda, tío Plinio querido, adoptar, con los colaboracionistas, la grandeza del perdonavidas. Para no deslizarse por la aberración de la facilidad. Sin descalificar, en bloque, a la totalidad de los miembros del gobierno. Porque aún pueden reubicarse en la etapa transicional, que probablemente se viene.
Aunque hayan creído. O se mofen, cínicamente y por lo bajo, de «los pingüinos».
Hay que tenderles, tío Plinio querido, una cuerda. Preferiblemente, para salvarlos.

En la bartola del naufragio, el kirchnerismo se encuentra superpoblado por ganadores de salarios. Honestos por obligación. Carentes de motivaciones, desanimados, sin rumbo. Cómplices asustados que perciben la irreparable ceremonia del colapso final. Coprotagonistas del dolo del estancamiento. De la paralítica mediocridad.
Los responsables, en definitiva, son muy pocos. Caben en la estrategia del avión.
Un manto de piedad para los innumerables artistas invitados que tendrán que recomponerse en tierra. Ante la sistemática quemazón de los agravios. Pasan rápido.
Ningún aliado ocasional va a dar la vida por los Kirchner. Descártelo.

Año del desperdicio

En diciembre, se asiste, tío Plinio querido, a la severa epidemia de balances. Un festival de evaluaciones crónicas. Para conmemorar los 25 años de «la democracia recuperada». O el primer aniversario del Cesarismo Conyugal. Presidencia de La Elegida. Un fracaso brutal.
El recurso de vivos, para garantizarse otros ocho años de cesarismo, amenaza con diluirse por completo. A más tardar, con optimismo, en las próximas legislativas.
La indiferencia de la historia podrá evocar la instancia, tío Plinio querido, como «el año del desperdicio».
En los fatídicos doce meses, el kirchnerismo pasó, precipitadamente, del «apogeo a la implosión».

Cobos sueltos

Rifaron, inexplicablemente, el poder. El prestigio artificial acumulado, ante el retroceso colectivo de la sociedad entregada.
Quedaron pedazos significativos de desplazados. Girones que desflecaron sustancialmente el equipo precario que parecía imbatible.
La «calidad institucional», comprometida en la campaña, formó parte de la rifa.
«Cristina, Cobos y vos», acuérdese. La receta derivó en un escándalo de conventillo. Emanaciones  que fueron pulverizadas en el conflicto innecesario del campo.
Entre los premios de la rifa, entró también La Concertación. La colonización de los Radicales Kash.

Formaron parte de la rifa también otros expresivos desgajamientos. De categoría, casi epigonal, a la de Cobos.
Entre los premios menores, figura la capitulación del poeta Alberto Fernández.
Como premio consuelo de terminación, consígnese la partida de Felipe Solá.

Es tan fuerte la degradación de los Kirchner que basta con tomar distancia, para purificarse.
Para recibirse, una vez purificado, de opositor.

La incorporación culposa de Aldo Rico difícilmente pueda, tío Plinio querido, atenuar la magnitud de las salidas de los tres Cobos sueltos.
El Cobos real. El Cobos Alberto. El Cobos Felipe.

Estado de debate

A las escoriaciones de los tres Cobos sueltos, debe sumarse el previsible drenaje de los aventureros que se les arrimaron desde la izquierda.
Llegaron imantados, por las promesas transformadoras y la fantasía presupuestaria. Los que aún no partieron, hoy debaten.
Los profesionales Tumini y De Petris, menos que Bonasso o Ibarra, sólo valen por lo que simbolizan. La vanguardia moral de una izquierda movilizada por el oportunismo lícito.
En los sectores vinculados a la alucinación progresista, prospera, tío Plinio querido, la duda. «La jactancia de los intelectuales», decía el positivista Rico.
Persisten en estado de debate. Seres de decepciones rápidas. En cuanto el proyecto se agujerea, les crece la sensación abrupta de sentirse utilizados. Justamente por quien ellos pretenden utilizar. Triste remake de los setenta, felizmente sin tiros. En versión grotesca.
Los sensibles progresistas, tío Plinio querido, son parte espiritual de la rifa.
Rifados por el explicable pragmatismo. Al darse cuenta que los rifados servían sólo para la escenografía, Kirchner debió abandonar la «modernidad líquida», de Bauhman, para aferrarse a algo más sólido. Las estructuras elásticamente inescrupulosas del reversible Partido Justicialista. Contra el cual los Kirchner, justamente, crecieron.

Final con amnistías

Para seguir atados a la estrella de Kirchner, los héroes de la izquierda tienen que apaciguarse con lo único que les queda. La especulativamente eficaz política de derechos humanos. Sobre todo por la seducción implícita de mantener, como muestras, a los militares presos.
La sentencia noventista «roban pero hacen» se suple con la consigna recursiva de los dos mil. «Roban pero castigan».
A falta de una revolución concreta, costosamente tangible, tienen que conformarse con las cáscaras. Con el castigo a los que maltrataron a los revolucionarios del pasado.
Insustancial para legitimar una epopeya. Pero suficiente.

La izquierda que atrasa cuenta con las carencias de la derecha que no trasciende. Ni se asume. Imposibilitada para disputar el territorio de la lucidez. Sin atributos para aprovechar los flancos vulnerables que ideológicamente les ofrece el kirchnerismo. En la bartola de su desbandada. En la sucesión de formulaciones para la tribuna. Anunciaciones majestuosas sin continuidad. En monólogos inalterablemente aplaudidos, siempre de pie, por los mismos extras. Empresarios de utilería, exhibidos en el cotillón del primer plano.
En pleno retroceso, con su audacia incontenible, los Kirchner se permiten pasar a la ofensiva. Abusan de las limitaciones existenciales de la multiplicada disidencia. La interna, del oximoron de los «peronistas disidentes», que sólo pueden intentar, para el aniversario, la impotencia de una solicitada. Como de los opositores externos. Pendientes de la iniciativa oficial. Para destrozarla.

En el atrevimiento de la última ofensiva, con el blanqueo y la moratoria, los Kirchner proponen una virtual amnistía económica. Sin que nadie les reclame, en todo caso, por la conveniencia simultánea de una amnistía política.
Pueden blanquear entonces los que hayan evadido. O meramente estafado. Pero nunca podrá contemplarse el blanqueo político de los que hayan combatido. En nombre de ninguna reconciliación. Porque es el único dato que pueden presentar, en su favor, en la balanza. Juzgamientos y prisiones. Para que la izquierda, aunque sea infinitamente inútil, aún no se les vaya.

Dígale a tía Edelma que tiene que ingresar al portal de Salta. Que se inscriba, porque hace falta una password. Es imperdible el análisis astrológico de la Argentina. A partir de la luna perversa, del 27 de noviembre.

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