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Los Sanchos

Kirchner tiene que dar un paso al costado.

Jorge Asis - 6 de junio 2008

Cartas al Tío Plinio

Los SanchosTío Plinio querido,

Para rescatar la presidencia caricatural de La Elegida, Kirchner, nuestro Quijote sin encanto, debería dar un paso al costado.
«Chau, no va más». Para él, por un tiempo, no va más. Como en el tango de los hermanos Expósito.
Si se aleja, podrá permitir la oxigenación del sofocante gobierno de la mujer que designó. Y a la que no deja gobernar.
Con algunas incorporaciones, tres o cuatro, patrióticamente sustanciales, puede darse vuelta al país. Como un guante. En un plazo, tío Plinio querido, de 48 horas.
Claro que no es fácil lograrlo. Ninguna novedad. Quienes deben persuadirlo, para que Kirchner se corra, son los barones del peronismo.
Los Sanchos.

Antes que sea demasiado tarde.
Aquí nadie aspira a colocarle la banda al impresionante Cleto Cobos, el emblemático Radical Kash. Menos aún, y aunque sea del corporativismo peronista, al popular Pepe Pampuro. El crédito imbatible del Portal. O al apocado Fellner, que sigue en Jujuy. Tampoco apasiona demasiado la alternativa perentoria de recurrir a los servicios profesionales del jurista Lorenzetti. Otras experiencias amargas invalidan la ilusión convocante de la Asamblea Legislativa. Para celebrar las elecciones anticipadas. Una demencia que sólo puede beneficiar al nutrido conglomerado de Artemiópolis. A la atractiva señora Graciela Romers. Al gran diseñador social Enrique Zuleta Puceiro, o a la señora Del Franco. Y sobre todo a la ascendente Consultora Oximoron, que amenaza con quitarles el trabajo a los numerólogos tradicionales.

Significa, tío Plinio querido, y para que quede muy claro, que no existe ser racional que mantenga la menor intención de derrocar a La Elegida. Cabe consignarse que tampoco nadie tiene la menor posibilidad de imaginar un delirio semejante.
A pesar de las conspiraciones, indirectamente cotidianas, del marido. El que debe dar el paso al costado y dedicarse, junto a Galerita, a Racing, como escribió Dante Lucero Peña.
A La Elegida hay que respaldarla. Para que continúe con la ficción formal del gobierno, torpemente implosionado. Por la conducción, a control remoto, del Caballero que planifica cruzadas suicidarias.
Hay que sostener a La Elegida, aunque el artificio del cesarismo conyugal haya, estructuralmente, fracasado.

Novela de caballería

Bastantes dirigentes peronistas, con distintos niveles de inconciencia, de ostensible carencia de arrojo, y con un sentido de la resignación que se confunde espantosamente con la lealtad, se dejan arrastrar, bruscamente, hacia el abismo. Conjuntamente con los transversales alquilados. Los que nada tienen, en esta novela de caballería, para perder.
El viento huracanado del kirchnerismo los envuelve, aún en su abrupta declinación. Hasta introducirlos en el actual laberinto de la estupidez.
Se asemejan, los infortunados escuderos del peronismo encuadrado, al peor Sancho Panza de la literatura. Porque siguen al Don Quijote inculto y sin encanto. A pesar del perjudicial pragmatismo que suele caracterizar a Los Sanchos. Y del realismo que les permitió capturar, hasta aquí, las posiciones de privilegio que, sistemáticamente, desperdician.
Porque nuestro Quijote los estimula para encarar las confrontaciones imaginarias.
Para la política, y sobre todo para la literatura, Sancho Panza es infinitamente más gravitante que el Quijote. Para discutirlo con la señora Sarlo. El héroe es el alucinado, impunemente sediento de glorias artificiales. Arrastra a los sensatos, a los Sanchos, para la epopeya de colisionar contra los enemigos. Los Gigantes. Aunque se trate de eventuales semáforos sin onda verde. Desiguales postes de luz. Chacareros colectivamente agredidos con las lanzas de juguete.

Gigantes

Por lo tanto, la angustia del Sancho Felipe es expresivamente densa.
Como la duda que intenta manifestar el Sancho Moyano.
Más saludables, en el fondo, tanto la angustia como la duda, que la convicción fundamentalista del Sancho Aníbal. Un destacado teólogo, infortunadamente irreconocido, que interpretaba que la Iglesia debía pensar como él.

Si quieren sobrevivir, y para que sobreviva la superstición nacional del peronismo, Los Sanchos tienen que rebelarse. Atreverse a contradecir, tío Plinio querido, al Quijote, que los instiga al zafarrancho del ridículo.
Para colmo, Los Sanchos no deben ser tomados como ningunos tibios.
Hijitos involuntarios del bello Lousteau, ellos tienen la obligación de estimularse, con el magnetismo implícito en las arengas autistas de El Quijote.
Tienen que colocarse adentro de la armadura. Y embestir, mediáticamente, contra los Gigantes.
Contra los oligarcas indescifrables como Buzzi.
Terratenientes, inescrupulosamente expoliadores, como El Alfredo.
Dos neoliberales que resisten la cruzada noble, por una justa redistribución del ingreso.
Contra comandantes despóticamente temibles como Miguens.
Bayoneteros feroces que atacan a saco, como Llambías. Tiranos vengativos, potencialmente violadores, como Biolcatti.
Con el pretexto glorioso de encolumnarse. Para defender el gobierno desarticulado de Dulcinea del Toboso. Que es contra quien, en definitiva, conspiran. Tanto el Quijote alucinado como los Sanchos envueltos.

Qué será será

Saben que, con Kirchner, el destino queda a merced de la incertidumbre.
La música de fondo ya no es la del tango nietzscheano «Chau, no va más».
Es la música tierna del «Que será será», de Doris Day. Aquella rubia que tanto emocionaba, en tiempos de inocencia lícita, a la tía Edelma.
Algunos Sanchos aceptan, confidencialmente, que el Quijote traspasa los bordes inquietantes de la racionalidad. Por lo tanto, descartan, de plano, que sea viable el paso al costado.
Cuesta entender entonces, tío Plinio querido, que la Argentina dependa más de la psicología que de la economía. Como lo escribió aquí Rocamora, y se le copiaron tantos inspirados.
Que el país esté, en definitiva, más para Pichón Riviere, que para Natalio Botana.

Dígale a tía Edelma que la Argentina, a pesar de Kirchner, viene astrológicamente bien.
Es un país Rata de Fuego, y en el Año de la Rata de Tierra mantiene la aspectación más favorable. Falta apenas que nuestro Quijote acierte en el indispensable paso al costado. Ni siquiera hacia atrás. Al costado. Y borrarse.

Bolero de Ravel

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